"Espero que vivas todos los días de tu vida"

jueves, 9 de diciembre de 2010

Capítulo 80 - LA RESPONSABILIDAD DE NUESTROS ACTOS


Su mano se abalanzó sobre el móvil. No podía soportar ese sonido estridente que tenía la música del despertador. Con los ojos entornados y arrugados aun por el sueño, pudo susurrar:

-          - Ei… pequeña, es la hora de despertarse.

La respuesta que recibió fue un corto y profundo ronroneo. Se agitó entre las sabanas intentando volver a dormirse.  Él volvió a intentarlo de nuevo:

-        -  Vamos ratilla… No hagas que te lo diga otra vez… - Y sopló aun con flemas. Volvió a hacerse el silencio – Vamos… - Insistió con muy poca credibilidad de querer levantarse realmente.
-        -  No quiero… - contestó finalmente con voz de duende.

Él aun estando prácticamente dormido no pudo evitar sonreír. Después ella volvió a retorcerse entre las sábanas buscando una buena posición para acomodarse y volver a dormir. Finalmente optó por ponerse en posición fetal con el culito en pompa –resultaba cómica-. Él notándolo no pudo resistirse. Se giró y la abrazó por detrás dándole calor. Ella estaba dispuesta a dormirse de nuevo profundamente. Estaba en el cielo, tenía esa sensación placentera que se tiene una “mañana” de invierno fría. Cuando todo a tu alrededor está helado menos tu cama caliente. Esa sensación que te hace cerrar sin querer los ojos, sentirte cómodo, tranquilo… Además él la estaba abrazando, ¿Qué más podía faltar?

-        - Como se nota que no estás muy acostumbrada a madrugar… - Susurra él en su oído y esboza una pequeña sonrisa- Tenemos que levantarnos, no podemos faltar otro día más… - Añade – Ratilla…

-         - Pff... – Se queja ella

Él tenía razón, no podían faltar otra vez más. Tenía la pinta de ocurrir exactamente lo mismo que había sucedido el día anterior ¿Por qué le habría hecho caso? Debería haber dejado que su padre pagara la multa. Pero no. Ahí estaban los dos, levantándose a las cinco y media de la mañana para ir al parque a recoger unas hojas, para llevar a cabo esos trabajos sociales que suplirían el tener que pagar el dinero de la multa por botellón y exceso de ruidos. Y todo porque él había dicho que era una cuestión de orgullo, de dignidad. No podía entenderlo, pero le quedaba muy poco para descubrirlo.

Entre quejas y con los ojos medio cerrados se puso la ropa de trabajo. Un pantalón viejo y una sudadera que él le había prestado.

-          - Parezco un payaso, esto me está enorme…
-          - Ya, pero no ibas a ir al parque en tacones de Zara ratilla
-          - Ja-ja-ja – Ríe ella irónicamente
-         -  Seguro que te multarían de nuevo por ir así vestida…

Ella lo intenta alcanzar pero está tan dormida que pierde el equilibrio. Él la coge riéndose a carcajadas.

-         -  ¡Vaya rata estas hecha!
-         -  ¡Para! ¡Deja de llamarme rata! – Gruñe - ¡Y deja de gritar o tus padres se despertarán!
-         -  ¿Y?
-         -  No deben saber que he dormido aquí… - Dice ella prudente
-          - Con el debido respeto señorita, a ellos se la suda que estés aquí
-         -  Pero a mí sí que me importa que sepan que estoy aquí
-          - ¿Por?
-         -  ¿Qué pensarían de mí?
-         -  Ja,ja,ja que raros sois los pijos…
-          - No puede entenderme un “putero” como tú…
-          - Ja, ja, ja Celosa…
-         -  Crío…
-         -  Ja,ja,ja. Qué guapa estás cuando te enfadas… - Y le roba un beso
-          - ¿Es que Nunca te cansas de vacilarme? ¿Nunca? ¡Esto es indignante! ¡Lo haces hasta a las cinco y media de la mañana! ¡Ni siquiera ha amanecido! – Y se sienta frustrada como una niña pequeña sobre la cama.
-         -  Oh vamos… no te enfades… - Dice él mientras se pone de cuclillas para contemplarla desde abajo sentada en la cama con la cabeza gacha – Estas guapa hasta cuando te levantas…
-          - Y tú sabes muy bien que decirle a las chicas para tenerlas contentas… - Y mueve negando a sí misma con la cabeza.


Bajan las escaleras con cuidado, de puntillas. Abren la puerta de la cocina en silencio y llegan al recibidor. Ella cierra la fuerza haciendo algo de ruido. El con el dedo en los labios le indica que tenga cuidado soltando un pequeño susurro, casi un silbido.

-          - Ten… - Le dice el susurrando
-         - ¿Qué? – Dice ella sin saber que hace
    - Ponte esto, te vas a morir de frío, estamos a menos tres grados – Y le va enroscando en el cuello una bufanda vieja y gorda de lana.


Después le entrega un gorro y unos guantes. Posteriormente el realiza el mismo proceso para sí mismo. Rebusca por sus bolsillos una llave: la llave de su moto. Y cuando la encuentra, se dirige a la puerta de la entrada tratando de abrirla sin hacer demasiado ruido. El frío es excesivo.


Aprieta el acelerador de la moto y esta sale corriendo en dirección al parque. Ella está abraza a él fuertemente, con los ojos cerrados. Tiene mucho sueño, pero aun tiene más frío y eso le impide poder dormir. La bufanda de ella esta enroscada no solo a su cuello, sino por toda la cabeza. El efecto que produce es el de un “casco – bufanda” de lo más gracioso. El sonríe cuando la mira por el espejo retrovisor. “Que cosas tiene esta chica”, piensa.

Entran dentro del parque. Las farolas están encendidas y no hay viandantes todavía. Solo el silencio y el ruido de algunos coches madrugadores que van camino a trabajo en pleno invierno. A lo lejos se ven dos pequeñas casitas blancas con el techo verdoso.

-          - Vamos, es allí – Le indica él y la coge de la mano


Al aproximarse se ve a algunos trabajadores saliendo con sus herramientas de trabajo y poniéndose manos a la obra en el parque. Ellos se acercan a la puerta pequeña donde hay una fila con más personas. Esa gente debe de estar como ellos, haciendo trabajos sociales porque no puede pagar como ellos –o al menos, supuestamente-. Observa, solamente hay chicos, ella es la única mujer. “Que desastre”, piensa. El la observa de reojo intentando adivinar cuales son los sentimientos que ella está sintiendo en esa fila. El se pone contento, era hora de que ella supiera que el mundo no es perfecto, que está mal repartido, que es difícil, que todo no se da hecho, que tiene que ser responsable, que no puede ir gritando por la calle o vacilando a todo aquel que lo haga con ella. Tiene que saber asumir cuales son las responsabilidades de sus actos…
-          
      - La responsabilidad de nuestros actos… - Dice él susurrando
-         -  ¿Qué dices?
-         -  Esto es responsabilidad… - Le dice bajo mientras la mira intentando decirle algo más de lo aparente
-          - ¿El siguiente? – Indica el hombre que está dentro de la caseta.


El da un paso dejándose ver e indicándole que está acompañado por ella.

-         - Muy bien… seguirme, tengo trabajo de sobra para los dos

Bordean la casa y llegan a una gran puerta verde. El hombre la abre. Rebusca entre todos esos cacharros.

-         - Bien, tomar esto - Y les entrega a cada uno un gran rastrillo de púas naranjas- Y esto también – Dice dándoles un cubo negro grande – Ahora seguirme.

Caminando unos pasos llegan a un largo paseo. Tiene árboles frondosos a los lados que pueden apreciarse bien por la luz de las farolas. No se ve el final, parece eterno. A ella le recuerda a un parque encantado, de esos que aparecen en los libros y las crónicas de narnia. Las hojas naranjas y marrones están por todo el suelo, es precioso. El únicamente lo mira pensando en lo que les espera.

-      -  Está bien, empezar desde aquí. Apartar las hojas de la calzada y después ir metiéndolas en el cubo negro para tirarlas aquí – Y señala un gran contenedor verde desechador de hojas -  ¿Entendido?
-       - ¿Qué? – Dice ella pareciendo no haber entendido el trabajo. En realidad lo ha entendido tan bien que no puede creerlo
-         - No se preocupe señor, yo se lo explicare ahora – Le sonríe él al hombre. Este le contesta con cara de pocos amigos y después se marcha.

-          - Que hombre más soso - Dice ella mientras lo ve alejarse
-         - ¿Qué esperas? Ahora mismo somos delincuentes juveniles – Dice bromeando
-         -  Sí… ¿Te has dado cuenta de que soy la única mujer?
-         - Es que eres como un hombre….
-         - ¡De eso nada, soy muy femenina! – Y le da un manotazo
-        -  Pues espero que ahora no lo seas, mira todo el trabajo que tenemos por delante…
-         -  No puedo creerlo… ¡Esto es inhumano! No podemos hacerlo…
-         - Ya verás cómo sí – Contesta entre risas


Ella mira el camino con cara de desesperación. Va a ser una mañana muy larga...

2 comentarios:

  1. Me encanta tu blog, aquí te dejo el mío por si quieres pasarte, un beso!
    http://historiasdeunrecienprofesor.blogspot.com

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  2. me gusta que siguas escribiendo.... te quiero pequeña ^^ eres especial... =D

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