"Espero que vivas todos los días de tu vida"

martes, 29 de marzo de 2011

Capítulo 86: Vicios y virtudes


Sentado en un portal amplio, en una zona según ellos “seguros” y “resguardados” de la policía, se lían un nuevo porro. Los dos chicos ríen – uno más a gusto que el otro – y hablan sobre sus temas.


Él la mira a ella y ella parece no mirarlo a él, pero él se equivoca, lo está mirando demasiado, está viendo de hecho una parte de él que está detestando, pero él no está ya lo bastante cuerdo como para darse realmente cuenta de lo que está pasando.

- Toma tronco líate otro… - Le dice el amigo acercándole de nuevo la bolsita. Los dos se miran y se ríen resultado de la fumada que llevan encima.

Ella lo lleva observando un buen rato. Está viendo sus ojos, su cara. Ya no es él, es otra persona. Sin saber muy bien porqué, lo está pasando mal por ese chico. Se da cuenta de que se está preocupando por él, que verlo en esas circunstancias a ella le duele, se da cuenta de que lo quiere. Entonces lo mira de nuevo.


- Creo que no deberíais fumar más… - Dice ella finalmente

Los dos chicos la miran curiosos

- Ja, ja, ja… eso dice mi madre – Contesta el amigo – Y aquí estoy…

- Ya bueno, - Dice ella ignorándolo y centrando su atención en él – Me refería a ti especialmente

- Joder tío… que plasta… - Rechista el amigo de nuevo


Ella volviéndolo a ignorar le dedica una mirada a él que habla por sí sola. Él mira a su amigo que parece confirmar lo que han hablado por la mañana. Él pensativo y a la vez confundido piensa que si deja de fumar en ese momento se corroborará que ella es la que manda. Así que no, no piensa dejar de hacerlo, coge la bolsa de marihuana dispuesto a hacer otro porro. Ella lo ve, suspira, cierra los ojos.


- Está bien, entonces yo también fumo – Dice ella vengativa

- De eso nada… - Contesta él tan rápido como la oye decir eso

- Ah ¿No? ¿Y por qué? – Le pregunta ella

- Porque no me gusta que fumes… Ya sabes que te dije que yo no quería que tu te engancharas a esto…

- Me da igual, yo tengo derecho a decidir por mi misma ¿No es así? – Dice ella intentando demostrarle a él como se siente ella cada vez que este fuma

- Joder… ¡Pues sí que es enrollada! Dale de fumar dale de fumar – Dice el amigo

La tarde pasa lenta. Y ella fuma, y sigue fumando y sigue. Al igual que lo hacen los otros dos. Él a penas habla con ella y ella hace lo mismo. Está enfadada y fumada realmente por primera en su vida. Se siente ofendida, engañada, estafada por él. Como siempre, todos esconden algo malo, piensa.

Se siente mal, solo ha dicho que fumaría para que él no lo hiciera y él ha preferido que ella fumara solo por el hecho de no dejarlo de hacer él y demostrar que era quien mandaba.


El día pasa y el sol va desapareciendo dejando paso a la noche. Ella no se entera muy bien de nada. Se siente vaga, perezosa, mareada en una nube de la que no puede salir. A veces los dos se miran, dudosos, miedosos… algo pasa, ya no es como era antes, nunca habían tenido esa sensación. Ella está desganada, y el confuso, ¿Qué pasa?


- Si me disculpáis, tengo que ir al baño por alguna parte…

Él la mira levantarse y marchase torpemente en busca de los setos del fondo del parque.


- Esta buena tío… no te lo voy a negar… y encima mira, al final a cedido.. igual en este caso eres tu la que se la lleva a tu terreno… - Dice el amigo fumado mientras ríe de sus propias gracias…

- Sí, sí… - Contesta este sin escucharlo y mirarlo siquiera mientras se levanta para ir en busca de ella

A unos pasos de allí ella intenta encontrar algo para limpiarse.

- ¿Te ayudo? – Dice él intentando bromear como si no pasara nada

- No gracias, y date la vuelta…

- Ui, que seria, ¿Qué pasa?


Ella se pone en pie y lo mira dolida.

- Tu… ya lo sabes… - Es su respuesta. Y se marcha dejándolo atrás

- ¡Oye, espera! ¿No vas a contármelo?

- No creo que sea necesario

- Cuéntamelo…

- Eres más corto de lo que pensaba, vaya decepción, no valía hoy solo con una.

- ¡Eh! ¿A qué te refieres? – Dice él insistente aun suponiendo lo que le puede pasar a ella

- ¡Ya vale! Déjame, ¡Tengo hambre!

- Normal, estas fumada

- Y tú también lo estás… mucho más que yo… - Y apartándolo con el brazo se dirige hacia el portal donde estaban

Aparecen entonces más amigos de él. Estupendo, piensa ella con ironía. Él también los ve, se da cuenta de que ya es suficiente de ese juego.

- ¿Quieres que nos vayamos? – Mientras se aproxima hacia ella

- No, quedémonos a fumar…

- Eh, ya está bien…

- No, no lo está…

- ¡Dime qué te pasa y hablaremos!

Ella orgullosa se vuelve y anda hasta el resto de chicos. Él indignado se sienta en el círculo que todos han fumado y pasan más tiempo allí, fumando. A las dos horas los amigos se van levantando y marchando de allí. Esta callada, hace rato que no habla o levanta la cabeza pero nadie se da cuenta por la droga. Solo él.

Se acerca a ella delicadamente esta vez y le susurra.

- Vámonos a casa

- No me encuentro bien… - Dice ella finalmente sin levantar la cabeza

- Has fumado demasiado…

- Déjame – Dice secante – Tú lo haces más todos los días y no me lo habías contado…

- Es difícil de explicar…

- Es difícil de justificar… sería la respuesta… - Dice mientras hace un amago de nauseas

- Eh, no estás bien, vámonos, tienes que comer algo…

- No

- Sí, vamos agárrate disimuladamente, te ayudare.


La ayuda a incorporarse mientras se despide de los pocos que quedan. Su amigo le guiña un ojo, el lo odia pero más a sí mismo por haberle hecho caso, pero parece que ya es tarde.

Abre la puerta de su coche viejo la ayuda a sentarse. Monta él también y arranca. Para el coche en una pequeña tienda y compra un botellín de agua y unos dulces. En el coche se los ofrece y le obliga a ella beber agua. Se retuerce, no puede verla en ese estado y por su culpa. Una chica tan buena, tan ingenua metida allí, en ese ambiente. Se da asco a sí mismo, no debería haberlo consentido. Tal vez es verdad, no tiene sentido que estén juntos.

- ¿Cómo te encuentras? – Se muestra preocupado

- No quiero que me hables…

- Pero…

- ¡No me hables! – Grita ella finalmente con los ojos empañados - ¿Cómo se va esta sensación? – Pregunta ella asustada

- Tienes que esperar un poco… - Contesta él mientras acaricia su cabeza – hablemos de algo para que te distraigas ratilla…

- No me llames así… - Dice rabiosa – Me siento estúpida

- Estúpida, ¿Por qué?

- Por ti… creía que eras otra persona…

Escuchar eso, es como un puñal que se clava en el pecho de él. Todo se desmorona, tiene razón. El es ese chico, el chico que no estudia, que fuma porros, que se emborracha y pierde el control. Que presencia y crea peleas, que no habla con sus padres, que no toma las riendas de su vida. El es el chico que no se preocupa por las mujeres y que solo se divierte con ellas. Se siente imbécil, ¿Cómo ha podido pensar que una chica como ella podría fijarse en él? El nunca podría llegar a ser como ella pedía, nunca podría tener esos coches caros en los que ella se montaba con otros chicos, ni llevarla a esos restaurantes de los que ella hablaba. ¿Cómo había podido estar tan ciego? ¿Cómo había podido pensar que ella confiaba en él? ¿Qué ella sentía algo? Y ¿Cómo había dejado que ella acabara en ese estado?

- ¡Pues sí! ¡Esto es lo que soy! Y si no te gusta… lo siento – Dice agresivo como nunca antes. Se siente mal, culpable por lo que le pasa a ella. Está encerrado, se siente una mierda. No sabe como escapar de esa situación y solo le ha salido gritar.

Ella lo mira asustada y el rápidamente se da cuenta.



- Quiero irme a casa… dice ella con los ojos rojos

- Yo… lo siento… no quería…

- ¡Quiero irme de aquí! – Dice ella asustada…

- Yo te llevaré…

- ¡No quiero que lo hagas! ¡Quiero irme sola!

- Por favor, deja que te lleve, no hablaré si es necesario, solo déjame saber que has llegado bien, no te molestaré más…


Durante el camino ninguno de los dos habla. Ella se siente mal, está mareada y confundida. Pero lo que de verdad le duele es la decepción que siente hacia él. Como ha podido estar tan ciega.

El coche para algo más lejos de la puerta de su casa. Ella no quiere que sus padres la vean así. Los dos se miran.

- No se… porque lo haces…

- Hacer qué…

- Fumar porros… ¿Te gusta cómo te hace sentir? ¡Por qué yo lo odio! – Le dice ella mirándolo con asco

- Eso es porque no estás acostumbrada

- ¡Qué! ¡Aun así te escusas! Y tu sí, ¿Verdad? Tú sí que estás acostumbrado…

- Tampoco es eso

- Sabes que sí – Dice ella cortante – Lo siento, pero yo paso – Añade mientras se da la vuelta hacia la puerta de casa

- Oye, ¡Lo siento, vale! Lo siento mucho… - Dice él detrás de ella – No te lo había contado porque sabía que no te gustaría

- Ya claro, como a tus demás amigas.

- No hay más amigas ahora… Tú no lo entiendes

- No cuantas las cosas y ese es el camino más fácil para seguir haciéndolas y para no aceptar responsabilidades.

- ¡Eso es así! ¡Los porros no son tan malos! Pareces mi madre

- ¿De verdad? ¿De verdad acabas de decir eso que has dicho?

- ¡Si te gusto, acéptame como soy y no intentes cambiarme!


El se queda parado delante de ella. Se hace el silencio.


- Tú… no sabes nada… No sabes nada de lo que me ha pasado a mí, de porque me comporto como lo hago. Yo he visto droga desde hace mucho tiempo… alcohol, marihuana, pastillas, cocaína… he visto lo que esas cosas hacen a la gente… he estado en fiestas privada con más sustancias de esas juntas de las que tú has visto en tu vida… He visto como la gente se vuelve loca y se engancha…

Tenía amigas alcohólicas, drogadictas, anoréxicas, bulímicas… Sé muy bien lo que es tener un vicio… sé lo que es no poder dejar de hacer algo… ¡Me autolesionaba! Y sé porque lo hacía yo o porque otras personas también se drogan o tienen otras obsesiones. Es porque están vacías, no tienen nada… Pensaba que tú no tendría esa necesidad…

- ¿Qué yo no tendría esa necesidad? ¡Tú no sabes nada! Me sueltas un sermón de los tuyos, muy bonito. Pero ahora te vas a dormir en tus sabanas de seda…

- Eso es un golpe bajo… Me decepcionas…

- Ves, soy muy malo ¡No se qué haces con alguien como yo!– Dice él


Se miran fijamente.


- Quiero que dejes los porros – Dice ella

- No tienes derecho a decirme eso…

- Pues entonces, Adiós – Dice mientras sigue andando hacia la puerta

- ¿Sí? Eso quieres… y ahora piensas que iré detrás de ti a buscarte y decirte que los dejaré y que vuelvas, ¿Verdad? Pues no, cada uno a lo suyo, ¿Me oyes?

Dice mientras escucha como se cierra de un portazo la puerta de ella

- Me oyes… ¡Paso! – Dice mientras llora – Paso…

Y esa noche, ninguno de los dos duerme...

Capítulo 85: Ojos que no ven... Corazón que no siente



Esa misma mañana, antes de ir a recogerla a clase pasó por casa de su amigo. Hacía bastante tiempo que no lo hacía, pasaba bastante tiempo con ella y había aprendido a apreciar su compañía.

Cuando quedaba con chicas no era para recoger hojas del parque, o para tomar un café. Tampoco acostumbraba a ir con ellas al cine y después llevarlas a su casa únicamente para eso. Pero sin saber muy bien porque había algo en ella, esa chica tenía algo que le atraía. Eso le asustaba, pero era extraño, por mucho que se esforzara por no hacerle caso, por muchas dudas que tuviera, siempre terminaba llamándola, echándola de menos. Y si algún día dudaba sobre eso, ella era la que aparecía a buscarlo a él.

Un chico pálido, con la ceja partida y puntos en el labio le recibe en la puerta. Como de costumbre, acompañados por dos cervezas, los chicos hablan de sus cosas. Como siempre, uno de sus temas principales: mujeres.

- Bueno tío, me han dicho que estás ahora viendo bastante a una morena… - Rompe el hielo el amigo

- Sí, más o menos…

- ¿Sí más o menos? Pero, ¡Qué coño! Explícame, dame detalles… que tal…

- ¡Eh! Por ahí no vayas… - Contesta él, poco complacido por el atrevimiento de su amigo

- Vaya, vaya… Así que estás pillado

- No es eso…

- ¡Oh vamos! ¡Claro que sí! – Bromea el chico. – Pero tío… entre tú y yo… Esa tía no es para ti. Sois como el día y la noche. Dicen que está forrada.

- Y qué…

- Pues eso, que no es para ti. Joder tío… ¡Míranos! Estamos aquí, tomando cerveza en un sofá que compraron mis padres el día que se casaron… ¡Y aun no lo han cambiado!

- Apuesto que cuando te la tiras en su casa, el sofá esta mucho más limpito que este…

- Deja de hablar así, eso es una puta gilipollez – Contesta él

- Ja, ja, ja… Espera un momento… ¿No te la has tirado aun? – Mira hacia el cielo compadeciéndose de él – Estas pillado hasta las trancas…

- Joder tío…

- Ja, ja. O tal vez… te encanta el morbo de que se haga la dura, ¿Eh?

- No lo sé, no lo sé es extraño… no sé qué me pasa… Pero no estoy pillado tío – Dice él, algo avergonzado de abrirse y mostrar sus sentimientos. Él ¿Enamorándose de una chica? Y no solo eso, sino, de ese tipo de chica.

- Mira, yo conozco a ese tipo de chicas… les gustamos para cinco minuto porque nos ven diferentes a los mierdas con los que suelen estar. Ellas ven en nosotros algo “Prohibido”, “malo” y son caprichosas coño… y eso es lo que hacen. Se encaprichan, nos dan esperanzas, y después nos mandan a la puta calle donde estábamos antes de conocerlas. Ella te quiere porque sabe que no te puede tener, ¡Vamos joder! ¿Cómo crees que te mirará su madre el día que te conozca tío? ¿Crees que va a sonreírte? ¿Crees que será bonito?

- No había pensado de esa forma…

- Esas chavalas son consentidas, mimadas. Intentará manipularte, llevar el control… dentro de poco te comprará un jersey de esos que sus amiguitos llevan y después unos zapatos… Eres su marioneta…

- ¡Ya basta joder! Ella no es así…

- Abre los ojos tío… apuesto a que dice algo y tu respuesta es sí.

- ¡Estás de coña! Las cosas no funcionan así… con ella es diferente… hablamos, tiene cerebro… las otras tías… solo saben hacer una cosa…

- Sí pero esas al menos son transparentes…

- No me llama la atención tanta claridad, lo siento… ¡Siento disgustarte! Pero estás equivocado amigo… - Dice él mientras se levanta del sofá raido.

- Ja, ja, ja… ¡Eh! ¡Eh! Tranquilo… - Dice el amigo riendo mientras se levanta a frenarlo del pecho – Si nos es así, entonces me gustaría conocerla. ¿Qué opina de que tú…fumes maría?

- No suelo hacerlo delante de ella… Contesta él

- ¡Ajam!

- Qué pasa…

- Le ocultas parte de ti…

- No es así la cosa – Se defiende él

- ¿A no? ¿Y qué pasaría si fumas maría como lo haces con nosotros? ¿Crees que eso le gustaría de ti?

- Me aceptaría… - La defiende él..

- ¿Ah sí? Eso me encantaría verlo – Dice mientras le enseña una bolsa de Marihuana.


Durante el camino hasta la universidad los chicos hablan poco. Ponen la música a tope y él mira hacia el frente. Piensa en lo que ha dicho su amigo. Sí, es cierto, a veces ella le resulta algo niña, algo caprichosa, pero puede ver más allá de todo eso. Realmente su cabeza hace una balanza imaginaria y ve a esa chica dulce, la que tiene orgullo, dignidad, personalidad. Es muy diferente a él claro… pero se entienden. Y la mayoría del tiempo es feliz.

Pero ya le han hecho daño, y las palabras de su amigo le han llegado. No podría volver a pasarlo mal, no podía dejar que una chica como ella lo enamorara. Si después la perdía el golpe sería mucho mayor y no podía consentirlo. No, claro que no. El siempre había llevado el control en sus “relaciones”, él decía y ellas asentían. No le costaba tiempo llevarse a una chica a la cama, besarlas o conseguir su número. ¿Por qué con ella sí? ¿A caso se estaba convirtiendo en un blando? ¡Claro que no! Ese día llevaría él el control, como hacía siempre.

La ve cruzar por el césped de la facultad. Sonriente, el tampoco puede evitar sonreír al verla. Los dos se miran, pero ella tarda poco en cambiar su expresión. Está acompañado por su amigo, y aunque realmente no le importa su presencia, esperaba poder estar con él a solas.

Monta en el coche. Él la mira por el espejo retrovisor. Es tan delicada con sus perlas y su blusita blanca. Le entra ganas de parar el coche y besarla, pero se siente cobarde, así que arranca el coche para aparcar en lo más lejos posible de la universidad. Una vez situados, el amigo lo mira retándolo. El se muerde el labio, pero ha apostado, tiene miedo de que su amigo tenga razón y esta tarde va a ponerla a prueba.

Sacan dos porros, como hacía él hasta antes de haberla conocido y se los lían y después hacen dos más. El a veces la mira por el espejo retrovisor, ella parece triste, habla poco. Entonces el amigo les propone irse de allí y seguir fumando toda la tarde. Ella no sabe qué decir, él sabe lo que ella piensa, pero orgulloso y miedoso al mismo tiempo él acepta por ella.

lunes, 28 de marzo de 2011

Capítulo 84: Días blancos y Días verdes...



No tenía ninguna gana de prestar atención aquella mañana. Era una de esas típicas mañanas invernales, grisaceas, nubladas; que solo nos incitan a quedarnos entre las mantas calientes de nuestras camas. Pero allí estaba ella, en clase. La misma clase blanca de todas las mañanas.

Era tan extremadamente blanca que a veces imaginaba historias absurdas sobre lo que pasaría si alguien bomitara o tirara algún tipo de bebida al suelo. Solía pensar que si eso pasaba un equipo de alta seguridad de esos con trajes espaciales, mascarillas y máscaras de oxígeno aparecerían ipso facto para limpiarlo con maquinas de alta seguridad y llevarse las muestras para examinarlas en un laboratorio secreto de la universidad. Después una sonrisa se dibujaba en sus labios fantaseando e imaginándose en panorama de algo tan surrealista.

Además de la niebla, característica de esa zona tan apartada y en mitad de la nada, también llovía. Se giraba de vez en cuando y observaba el enorme ventanal y el campo que se divisaba a través de este. Ese era uno de los momentos que más le gustaban a ella: pensar que se escapaba de allí y que corría libre. Odiaba ese ambiente. Había intentado varias veces intentar comprender a sus compañeros de clase, pero no lo conseguía. No reía con sus bromas, no tenía los mismos gustos y se atrevía a decir que algunos era una panda de mocosos mimados y mal criados.


Tras varias ojeadas al móvil, sin ningún tipo de mensaje o llamada que pudiera entretenerla y aburrida de escuchar la charla de su profesor de diseño gráfico, sobre la importancia que tenía la fuente “Times new Roman” en los letreros publicitarios de ese momento; decidió entrar a su último recurso: La red social.

Únicamente un mensaje privado. Lo abre, es él:

“¡Buenos días pequeña ratilla! Espero que hayas descansado… y que te hayas duchado… ¿Cómo te sientes hoy después del duro día de trabajo? =)… Estas hecha toda una recoge hojas profesional…”


Sonríe. Siente ganas de verlo ¿Qué estará haciendo? Cierra el mensaje y mira el mensaje que le sigue debajo. Es el mensaje de su ex. Se muerde el labio, lo abre de nuevo:

“Me gustaría que me devolvieras mi camiseta, es importante para mí”…

Estúpido inmaduro, piensa por sus adentros y se retuerce de rabia. No siente atracción, eso está claro; pero aun siente esa rabia dentro de ellas, esas ganas de venganza, de gritarle. No lo soporta. Intenta contenerse pero escribe:

“No sé donde está, lo siento. Por cierto… hemos perdido a un miembro de la familia”

Y le da a enviar. Se arrepiente tan rápido de haberlo escrito tan pronto como lo envía. Mira a su alrededor, se ha perdido por completo y aun es la primera clase ¿Qué está haciendo en esa Universidad? Recibe un mensaje:

"¿El conejo? No sé por qué pero me lo imaginaba. Pues búscala, por favor"

Sí, ese era el miembro de la familia. El famoso regalo del “conejo”. Siempre pensaba que nunca debería haberlo aceptado. Ella lo dejo y ese niñato le compró un conejito como forma de pedir disculpas. Ella lo acepto y volvieron, luego, unos dos meses después terminó todo. Muchas veces pensaba que esos dos meses nunca deberían de haber existido… tal vez si así hubiese sido, ella después no habría vivido todo ese infierno. Le echaba la culpa a él, pero realmente ella se odiaba porque se deba cuenta de que la culpa era únicamente suya, de ella. Ella nunca debería de haber dejado que ese cretino jugara así con ella o no debería de haberse permitido ser tan débil. Y curiosamente, aunque cada vez veía toda esa historia más lejana de ella, aun ponía cara a ese “chico” sintiendo rabia hacia él.

Era por ello que no iba a darle ninguna camiseta. Si esa camiseta era importante para él, entonces no se la daría. Era una pequeña forma de sentirse bien con ella misma. De pensar que lo estaba fastidiando porque una parte de ella deseaba que a su ex le fuera mal. Supongo que es algo que a todos, en mayor o menor medida nos pasa.

Entre clase y clase fue al baño, cruzo barias palabras con Angie y dio una pequeña ojeada a su revista de tendencias. Justo antes de entrar un mensaje se anuncia en su móvil:

“¿Te aburres?”

Es él. Ella sonríe, solo han pasado unas horas pero tiene ganas de verlo. Teclea algo rápido pero bien pensado. Cuando ella hacía eso, quería decir que esa persona le importaba.

“Depende, ¿Qué propones?”

Responde. A los segundos un nuevo mensaje:

“Ven conmigo”

Le contesta él.

“¿Dónde me llevarías?"


“¿Dónde quieres que te lleve?”


Ella sonríe, responde de nuevo:

“Lo dejo en tus manos”


“¡Entonces sal a la puerta!”


Su cara cambia por completo. Esta feliz ¿Qué anécdota les pasará hoy? Se siente viva, activa… Coge rápido las cosas de clase antes de que el siguiente profesor llegue y se despide fugaz de sus amigas. Baja las escaleras blancas, y cruza el pasillo blanco, dejando atrás la blanca cafetería y saliendo por la puerta blanca.


Cruza el jardín y el césped rápido y divisa el cochecito destartalado. Sonríe pero poco tarda en cambiar la expresión de su cara. No viene solo, le acompaña uno de sus amigos. Cuando monta en el coche, este avanza unos metros más, situándose en las últimas plazas libres del fondo del parking. Allí nadie puede verlos. El amigo de él saca una bolsa no precisamente pequeña. Ella lo mira: es marihuana.

Los dos chicos comienzan a liarse un porro. Ella observa. No puede evitar sentirse desilusionada. Después de la idea que tenía en su cabeza sobre el día que le esperaba, ahora ve las cosas un poco más oscuras. A los pocos minutos le ofrecen a ella.

- No gracias… - Dice

- ¿Pero tú no has fumado alguna vez? – pregunta el amigo de él

- No mucho…

- Realmente no sabe hacerlo bien del todo – Dice él finalmente

- Pues así aprende… - Dice el amigo

Ella se siente presionada, lo rechaza. Pero ellos dos no, y tranquilos disfrutan de la maría. Ella pensativa lo observa, está mucho más frío de lo habitual ¿Por qué? Intenta evitar pensar tanto y decide darle una segunda oportunidad.

- ¿Qué plan llevamos? – Pregunta ella a los dos chicos

- Porros – Dice el amigo

Él entonces lo mira y se ríe.

Pasan allí bastante tiempo, y después lían otro porro más. Los chicos ríen y siguen fumando. Ella los contempla. No le gusta. Los ojos de él están rojos, ha fumado demasiado. Están pasotas, adormilados. Él a penas la mira, está en otro mundo y ella desde fuera de su burbuja, ve todo mucho más claro.

- Eh tío, ¿Y si vamos a mi casa y fumamos allí toda la tarde?

- Ja, ja, ja. Estaría genial…

- ¿Y tus clases? – Dice ella pensativa. Dándose cuenta de que él nunca asiste

- ¿Y las tuyas? – Contesta él excusándose

Ella lo mira intrigada, realmente no sabe que decir… hoy parece otra persona. Este parece darse cuenta e intenta arreglarlo.

- ¿Te parece bien el plan? – Dice él con voz de miedo y arrepentimiento, se da cuenta de que está borde.

- Mmm… no era mucho lo que imaginaba…

- ¡Joder tío! Vamos y punto… - Insiste el amigo

Él la mira a ella, ella lo mira sin saber que decir. Él se da cuenta de que está incomoda pero al no recibir respuesta de la chica, egoístamente, sin saber muy bien porqué cede a las peticiones de su amigo. Arranca el coche y los tres salen de la facultad, camino a la autopista. Propósito: estar fumando hierba toda la tarde.