"Espero que vivas todos los días de tu vida"

martes, 31 de agosto de 2010

Capítulo 71 - FUEGO


Con sumo cuidado él va avivando el fuego de la chimenea. Fuera, en la calle, comienza ha hacer el típico frío otoñal que anuncia la llegada del invierno. La llama cada vez es más luminosa. El salón es increible, piensa él mientras lo contempla. Tiene un estilo conolial con un toque rústico que lo convierte, - o al menos para el en ese momento - en el salón más acogedor que ha visto nunca. Tal vez sea porque sabe que esa noche la pasará en compañía de ella. A su derecha hay una mecedora con un aspecto viejo, parece incluso una relíquia. Un poco más atrás, hay una mesa de madera dura y oscura. Sus patas son grandes y las sillas que la acompañan tienen un forro de terciopelo granate rojizo. Dos candelabros se encuentran a los extremos de la mesa. ¿Cuanto costará algo así?, va imaginando él. Un centro de flores - rosas rojas- frescas da el toque final al rincón. Continúa mirando a su alrrededor. Un piano negro de cola está situado encima de una pequeña tarima. El techo está trabajado al milímetro con pequeños ornamentos tallados y pulidos. Parecen flores callendo por una cascada. Cuelgan dos lámparas enormes con velas. Y más allá, al fondo, hay una zona tenue con un billar con sus bolas encima brillantes y resplandecientes. Él no da crédito. A su lado están dos sillones y separados de estos por una pequeña mesita de madera a juego con la mesa principal, está el sofá más grande. Estratégicamente todo colocado para poder contemplar así todo el salón al completo y la televisión plana de plasma que hay colgada en la pared de piedra del frente. La casa es espectacular.

Su vista se centra de nuevo en el fuego. Tiene que estar atento para que no se apague. En las llamas parecer ver la silueta de ella. Parece que está bailando, que sale de allí y que lo mira. Aparta la vista, el calor quema sus ojos. Le pican. Los cierra.

- ¿Estás bien? - Está colocada detrás del sofá. Y él de espaldas a ella. Se gira
- Sí, ha sido el fuego, quema... - Se siente estúpido. Es evidente que el fuego quema. Se muerde el labio. ¿Qué le pasa? Normalmente con las mujeres se siente seguro. Con ella pierde esa avilidad, consigue ponerlo nervioso.
Al escuchar su respuesta ella se muerde el labio y sonríe mientras baja la cabeza. Le resulta encantador.

- La cena casi está. Estoy calentando la tortilla y he conseguido encontrar algunas cosas de mi abuela...
- Espera, terminaré de ayudarte... - Contesta él mientras se pone de pie y va a la cocina.

Ella aparta el jarrón de cristal que hay en la pequeña mesita de sofa. Pone un mantel tostado y saca los cubiertos. Encuentra una vela en la estantería. La enciende y la pone en medio. Después se dirige a la cocina. Él lucha por conseguir abrir una conserva de setas tiernas. Los dos sacan los platos terminados a la mesa. Y contemplan lo bonita que ha quedado.

- Falta algo más - Dice ella mientras desaparece del salón. Él la mira marcharse. Es preciosa. Toda ella lo es. Su cuerpo menudo y bien proporcionado. Sus curvas, su melena castaña oscura y suelta. Le encanta. Tiene ganas de seguirla y besarla allí mismo. Se intenta contener. Mira el jarón con las rosas y corta una. la pone encima de su plato. Ella vuelve acompañada de una botella de vino. La botella está llena de polvo. A juzgar por su apariencia parece haber estado allí un largo tiempo.

- Señorita - Dice él mientras se levanta y hace un gesto caballeroso, y algo teatral invitándola a sentarse a su lado.
- Gracias - Mientras lo mira con los ojos chispeantes. Ve la flor, la coge y la huele. El sirve el vino.

Los dos ríen. Conversan de la vida. Hablan de su infancia. De sus intereses comunes. La velada pasa rápido y estupenda. Se han descalzado para estar más comodos. Comen en el sofá, sin importar las normas. Se tampan con la manta y untan unas tostadas. Beben más vino, vuelven a reir. Y hablan y hablan mientras pasan las horas. Ya con una taza de café y unas cuantas más anécdotas parece que la cena está llegando a su fin. Los dos divertidos y algo perjudicados por el vino, habren el pequeño estan que hay junto a la mesa de billar. Está lleno de alcohol de primeras marcas.

- ¿Cúal te apetece? - Pregunta divertida y sonriente ella.

Un poco de crema de baileys y licor de manzana y melocotón, es la elección final. Con unos vasos de chupitos vuelven de nuevo al sofa.

- Por nosotros. - Dice él sonriente mientras brinda con el vasito de ella
- Por nosotros - Repite la chica.

Lo toman de un trago. Ella cierra los ojos y aprieta los labios, él sonrie por el gesto de impresión tan gracioso que ha hecho ella. Animada, toma los dos vasos y los vuelve a llenar.

- Te propongo un juego - Dice misteriosa y divertida...
- Sorpréndeme...
- Juguemos al "Yo nunca". Yo digo algo y si ese algo que digo lo has hecho o sentido... entonces... bebes un chupito...
- Ja, ja... Está bien...
- Vale, entonces empezaré yo para que lo veas, ¿De acuerdo? - Él asiente - Yo nunca... Mmm... Yo nunca he ido en avión
Los dos beben y sonríen.

- Ha sido floja. Eso no dice mucho de tí... - Bromea él. - Mi turno. Yo nunca he robado... - Ella bebe, y sorprendéntemente el no - ¡Serás ladrona! ¡Para que robas tú! - Dice él mientras le hace cosquillas en la tripa
- ¡Ya basta! ¡Ya basta! El bolso me encantaba...
- ¡Un bolso encima!
- ¿En serio? ¿Tú nunca has robado? - Pregunta ella extrañada. El niega con la cabeza mientras la mira. - Vaya... entonces no eres tan malo como aparentas...
- Supongo entonces que las apariencias engañan... - La mira a lo ojos mientras se lo dice y se acerca a ella considerablemente - Tu tampoco eres lo dura que aparentas ser...
Se pone nerviosa y aparta la mirada.

- Vale me toca. - Dice ella de nuevo - Yo nunca he estado con más de una mujer la misma noche...
El bebe
- ¿Con cuantas?
- Es de mal gusto decir algo así señorita... - Contesta el chico. Y hace la siguiente pregunta - Yo nunca he fingido placer...
Tras pensarlo un poco. Y con verguenza. Ella bebe... 
- Estos primerizos... - Dice él para quitarle hierro al asunto.
- Yo nunca pense en la persona que tengo delante de mí... - Dice ella
Los dos se miran. Él rompe el hielo y se arriesga a beber. Después ella vergonsoza bebe. Esa pregunta hace que él tenga el valor de decir la siguiente...
- Yo nunca besaría a la persona que tengo delante...
Ella lo piensa y se va a llevar el vaso a la boca cuando el la interumpe para seguir:
- Todos los días...
Ella no sabe si beber. Pero el continua.
- En cualquier momento, cada segundo... siempre...

Ella se aparta el vaso. Lo mira fijamente. No puede creer lo que ha escuchado. Siente miedo por un momento. Está tensa. Quiere saber si el bebe. Lo mira. Él lo piensa unos instantes. ¿Qué hacer? Yo he lanzado la pregunta. No hay vuelta atrás. Tal vez parezca demasiado interesado en ella si bebo. Pero tal vez si no bebo ella piense que esto es un juego, Piensa él. Y finalmente, decide ser sincero. Agarra el vaso y se toma el chupito de un trago. Baja la cabeza... ella no ha bebido...

- Yo nunca... he pensado que este juego es muy peligroso... - Dice ella después de un tiempo sin decir palabra... El la ignora...
- Yo nunca he tenido miedo...
- Yo nunca he pensado que tu y yo fueramos a terminar aquí
- Yo nunca pensé que tu querrías pasar la noche aquí - Dice el mirándola a los ojos. Los dos se van acercando cada vez más el uno al otro en cada pregunta.
- Yo nunca he tenido miedo...
- Eso ya lo he dicho... - Dice él sin pestañear mientras ella entonces traga saliba. - Yo nunca he mentido en la pregunta del beso...

Se miran. Y ella, en vez de beber se lanza a él. Lo besa. Apasionadamente, sin pensar, haciendo lo que quiere. Lo que ha reprimido tantas semanas. El la coge a ella. La aprieta fuerte. La acaricia, la desea como a ninguna antes, de una forma diferente. La coge en brazos. La lebanta del sofa. Y siguen besándose hacia las escaleras. Suben unos escalones. Ella le quita la camiseta. El la agarra con fuerza. Desabrocha la blusa de ella de un solo tirón. Se miran con deseo. La besa en el cuello contra la pared a mitad de escaleras. Llegán al dormitorio. Ella acaricia su cara, el no sabe donde está ya. La coge en brazos de nuevo y la tumba en la cama. Desabrocha su sujetador. El la observa, es preciosa. Tan tierna, tan proporcionada. La besa por el cuello. Ella desabrocha el pantalón de él. Los dos se siguen besando. El baja lentamente los pantis de ella. Y vuelve a su boca para besarla. Se siguen besando... y el besa su oreja. Ella suelta un pequeño gemido. Eso no es fingido, piensa el completamente seguro. Eso le llena de valor para seguir besándola por el cuello... y seguir bajando... y bajando... y bajando.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Capítulo 70 - LA NOCHE


 
No había pasado demasiado tiempo desde que se enteró de la noticia y lo llamo a él. Él estaba encantado. Casi ni se lo creía. Ya hechaba de menos dormir con ella. Y además, esta vez sería especial. Sería la primera vez que estarían solos realmente. Siempre habían dormido con amigos; Juntos sí, pero con más personas. Primero en casa de Carolina, después en su casa con Angel y su novia. También aquella vez que sus padres aparecieron en casa. Pero esta noche iba a ser especial. Nadie podría molestarlos.

Sin quererlo, a él se le pasó por la cabeza que esa noche podría pasar algo entre ellos. Él cerca de ella se consideraba peligroso en ese aspecto. No sabía cuanto tiempo más iba a poder aguantar. Pero quería demostrarse a si mismo que podía. Y también quería demostrárselo a ella, para que se sintiera respetada por él. Él quería que esto fuera especial. Empezaba a tener cada vez sentimientos más fuertes y no quería que se echaran a perder por una mala decisión. Ella era frágil, y tampoco lo había pasado demasiado bien los últimos años. Aun se estremecía al recordar la historia que ella le contó en aquel bar hacía solo unas semanas. No, intentaría contenerse... intentaría ser paciente.

Ella había salido de la estecien. Y había bajado a la ciudad con una amiga ha hacer unas compras. Él se había cortado el pelo. Habían quedado en el centro para bajar desde allí a casa de la abuela. Estaba nerviosa. Las horas pasaban y él no la llamaba. Empezó a pensar que no estaba lo suficientemente interesado por ella. Solía pensar cosas así siempre y dar demasiadas vueltas a todo, aunque con él le costaba llegar a ese extremo. Él hacía que ella se relajara inconscientemente. Y sí, después llamó. Los dos sonreían mientras hablaban.

Él la esperaba en la esquina de la calle mayor. Ella reconoció a la perfección su pequeño cochecito a lo lejos. Quería correr para tirarse a él y abrazarlo pero se contubo. Él la vio llegar a lo lejos. Los ojos les brillaban. La observó, estaba preciosa y muy sexy con aquellos tacones que la hacian elegante y esbelta. Los dos sonrieron. Antes de que ella se acercara demasiado al coche pudo ver como unos chicos la miraban y le decían piropos. Se puso celoso y después se sintió el mejor del mundo porque solo esa noche se la iba a dedicar a él. Finalmente, ella entró al coche.

- ¡Eii! Te has cortado el pelo... que guapo...
- Tú estas preciosa...

Los dos se miran ¿Qué deben hacer, besarse? No lo saben aun. El tiempo va pasando y los dos sienten cosas cada vez más fuertes. Pero dudan del otro y ninguno se atreve a dar el paso.

- He traido una tortilla de patata hecha por mí mismo... - Dice él con un tono de broma
- Menos mal que te he encontrado, yo ni siquiera se hacerme un huevo frito
- A mi me encanta cocinar. Lo he heredado de mi padres, se pasa el día cocinando... - Dice él orgullo de si mismo y de su padre - Un día tienes que venir a mi casa a probar sus pizzas ¡Increibles!
- Tus padres deben de pensar algo horrible de mí... ¿No recuerdas la cara que puso tu padre cuando me encontró allí en tu casa?
- Ja, ja , ja... Fue divertido. - Ríe el recordando la situación. En realidad no le preocupa. Sabe como es ella y como son sus padres de tolerantes en ese aspecto. - Tranquila mis padres están acostumbrados a que lleve mujeres a casa...

Ella le suelta un puñetazo en el hombro. Él se rie manteniendo la vista fija en la carretera.

- Ja, ja. Tranquila... tranquila... bromeaba... - Ella parece relajarse - O no... Ja, ja, ja... - Y ella vuelve a pegarle mientras el vuelve a reir.

No. Realmente nunca ha llevado chicas a casa. Solo a esa novia que le rompió el corazón. Después de eso lo que había pasado había pasado fuera de allí. No las consideraba lo suficientemente importantes como para que conocieran tanta parte de su vida o a su familia. Pero él si que quería que ella estuviera en casa o en su habitación.

- Vamos a llegar pronto... - Dice ella mirando el cielo lleno de estrellas.

Se han alejado ya bastante de la ciudad. Están en la perifería. Allí solo hay urbanizaciones y chaletes sueltos.
Una ilera de árboles a los lados y un largo camino asfaltado dan un aire muy elegante a la carretera. Al parecer es la entrada de la casa de abuela. El continúa conduciendo. No quiere parercer demasiado impresionado porque parecería superficial y a él con el dinero no se le conquista pero realmentea piensa que todo eso es espléndido. Y al final de ese camino allí está, la mansión de la abuela. Iluminada con las luces de la calle. No se puede ver todabía porque un muro muy grande la tapa. La puerta, al igual que la de la casa de ella tiene alarma de seguridad. Pero no pasa nada, ella tiene las llaves para entrar allí dentro.

- ¿Te gusta? - Pregunta ella
- Bueno... no esta mal... - Bromea él. Ella se ríe...
- Pues aquí vamos a pasar la noche... - Dice ella mientras imaginan lo bien que lo van a pasar. - ¡Comiendo tortilla! - Menciona para no olvidar el detalle que el ha tenido.

El lo valora. Ella lo mira feliz y después, antes de entrar a la casa él la besa dulcemente mientras los dos sonríen. Parece ser, que va a ser una buena noche...