"Espero que vivas todos los días de tu vida"

domingo, 7 de febrero de 2010

Capítulo 33 - Una pequeña siesta



Una gotitas de agua fresca le mojan la cara. Esboza una mini sonrisa agradeciéndolas y después se acomoda de nuevo. Escucha el ruido de los pájaros y un rallito de sol le quema en el ojo. Y... ¡Zas! Entonces pierde su   cálido sueño y abre los ojos de golpe. Lo ve todo mucho menos placentero que hace unos segundos: Su comoda cama es el cemento lleno de vasos usados amontonados y las pequeñas gotitas del rocío no son más que de una mangera que con ayuda de un señor limpia el suelo donde ellos se han quedado dormidos. Son las 8:00 h. de la mañana. Las carpas llevan una hora cerradas y toda la gente se ha marchado. También los camareros, también seguridad. Ahora toca el trabajo sucio, limpiar todo el desastre para dejarlo preparado para la siguiente noche. Sin saber como se gira y allí esta ella apoyada en el. Con la boca entreabierta y sus pestañas largas con los ojos cerrados. No, no ha sido un sueño. Esa noche ellos se estaban besando, no recordaba bien el momento ni las cosas que pasaron después, pero sí. Estaba seguro, aun le sabían los labios a ella. 
Ella se retuerce y entreabre los ojos. Esta aun mareada. Se miran y sin decir mucho más que algun gemido de incomodez se levantan. Los dos se marean, aun siguen borrachos. Parece que hayan dormido una eternidad, pero ha sido una hora o ni eso. 

- ¡Dios mío! He perdido el tren - Dice ella como si hubiera por un segundo abandonado la borrachera 
- Puedes dormir en mi casa 
- ¡No! - Dice ella asustada. No porque el le de miedo, sino porque seguro que los padres de él se enterarían de que ella a dormido en su casa. ¿Qué pensarían de ella? No, era mejor que se mantuvieran las distancias.
- Vale y entonces ¿Qué pretendes hacer? Bueno, puedes dormir en mí coche. No es muy cómodo pero... 

Ella revisa las posibilidades. No estará mal echar una cabezada rápida y después irse a su casa. Al fin y al cabo, los padres de ella no la esperaban a dormir. Así que todo saldría perfecto. Además, no pasaba nada por una pequeña en su coche. Él no pensaría mal de ella. Y ella dormiría un rato. Ella cede y los dos se encargan haciendo eses de buscar un taxi. No tienen mucho problema porque todo el barullo a pasado hace unas horas. 

El taxista es regordete. Conduce algo rápido y muerde un palillo. La música es horrible. Suena a algo parecido a unas sevillanas. Sin duda, es el prototipo perfecto de taxista. Ellos mientras se miran, aun contentos por el alcohol y ríen al haber pensado a la vez que el hombre que los lleva a su casa-coche es muy hortera. Después ella, más perjudicada que él, pasa a la parte de atrás de los asientos ya que se trata de una furgoneta taxi y después riendo aun por lo anterior él pasa detrás con ella. Le agarra la cara y la besa de nuevo. Ella le corresponde divertida y vuelven a besarse. 
Pero algo en la cabeza de ella le hace evadirse de ese dulce momento. 

- Oye, - le dice a él susurrando para que el taxista no les pueda escuchar. - ¿Tenemos dinero para pagar el taxi? 
Él abre la boca y después le contesta. 
- No, ¿Y tú? 
- ¡No! - Dice ella divertida
Los dos se miran y ríen
- ¿Y ahora qué hacemos? - Dice él riéndose. 
- ¡Bajarnos sin pagar! - Dice ella riendo por lo bajo. 

Mientras el taxista conduce sin saber la huida que se está planeando detrás se van aproximando más la casa de él. Finalmente el taxi para donde el le indica. Los dos se miran 

- Serán 12 euros... 

Esos se preparan... 

- ¡CORRE! - grita ella a el... y los dos salen disparados del coche uno por cada lado de la puerta. Corren y corren. El delante y ella un poco más atrás. A lo lejos el taxista los maldice y ellos ríen mareados sin saber muy bien a donde se dirigen. 
- ¡Malditos hijos de puta! - Grita el taxista asperado 

Después de correr unos minutos. Él para en seco. 
- ¿Qué pasa? - pregunta ella con la respiración entrecortada y una sonrisa de niña feliz en la cara con los mofletes rojos. 
- No es por aquí. Es por el lado contrario - Los dos ríen. Y se dirigen a buscar la verdadera casa de él. 
Tranquilos por el camino. Alguien aparece corriendo, no tiene cara de muchos amigos y está enfadado y fuera de sí. 

- ¡LADRONES! - grita el taxista mientras se aproxima a ellos. - ¡DARME MI DINERO CABRONES! - Insiste mientras se acerca a ella con la mano abierta y levantada. Violento, dispuesto a hacer cualquier cosa por recuperar sus 12 euros. 
Él salta como una fiera y se pone delante de ella. 

- ¡A la chavala ni la toques! ¡NI TE ATREVAS A PONERLE LA MANO ENCIMA! ¿ME OYES? - Grita furioso ahora el fuera de sí. También con la mano levantada pero a diferencia del hombre con el puño cerrado. La cara de él está furiosa y cerca de la del taxista con gesto rivalizante. El hombre escupe al suelo y se muerde la mandíbula lleno de rabia. Mientras los coches pitan detrás del taxi parado reclamando que arranque el coche de allí para poder pasar. El hombre se percata de que no tiene nada que hacer contra un joven más fuerte, más alto y mucho más en forma que él. Asume su perdida y se dirige gruñendo hacia el coche. Él sigue con la mano levantada contra el taxista por miedo que puedan hacerle a ella daño. 

- Malditos ladrones... - Dice por lo baño el hombre mientras se dirige al coche. Arranca. Y los coches comienzan a pasar. Ellos se miran. Ella esta asustada, él también. Se quedan en silencio unos segundos y después, aun mareados, comienzan a reír a carcajada limpia como locos. Hablan sobre lo que ha pasado hace un momento mientras llegan al coche. Ella pasa a la parte de atrás y se despide de él para que pueda entrar a dormir a su casa. Pero él no quiere dejarla sola y se sienta en el asiento del conductor, dejando a ella la parte más cómoda. 

- Estás muy loca pijilla... ¿Lo sabías? - Dice él sin mirarla desde el asiento de delante. 
- A sido divertido... -Ella encogida y tumbada detrás contesta cansada pero feliz. - Esa es una de las majores cosas de la vida... 
- ¿Qué cosa? 
- Que las personas sean capaces de sorprendernos para bien, una vez que nosotros las hemos juzgado negativamente... 
Él sonríe. Ella cierra los ojos al fin vencida por el cansancio. Se ha quedado dormida. 

Él repasa la noche algo aturdido. Aun siente el alcohol circulando por sus venas. Pero ya no está tan borracho como al principio. Después por el espejo retrovisor la mira a ella. "Cara de ángel"  piensa él. Y después, sin darse cuenta se va quedando dormido mientras la mira. 

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