"Espero que vivas todos los días de tu vida"

domingo, 7 de febrero de 2010

Capítulo 34 - ESTÚPIDOS

4
Cuando una persona bebe suele desinivirse en ocasiones más de lo que sería capaz de hacerlo en una situción sobria. Pero el problema no es desinivirse en el momento que estás bebiendo. El problema, aparece a la mañana siguiente cuando nos despertamos. Y entre todo ese dolor de cabeza y esos mareos con nausas repetitivas tenemos la mala suerte de recordar algunos flases de la noche anterior. 

Esto fue justamente lo que le pasó a ella. Cuando por la mañana un rayo de luz chocó con sus ojos obligandola a apretarlos fuerte. Había dormido como un tronco unas cuantas horas seguidas. Pero lo que realmente la despertó no fue el sol. Sino unos golpecitos contra la ventanilla del cristal que procedían del otro lado del coche. 

- ¿Hola? - Dijo la voz que sonaba al otro lado del cristal. - ¿Eres tú? 
Él se despierta sobresaltado y da un pequeño brinco desde el asiento reclinado de la parte delantera del coche. 
- ¡Marta! ¿Qué haces aquí? ¿Ya vestida? ¿Vais a la ofrenda? - Pregunta él asentandose todabía. La ofrenda era una tradición que se hacia en esa ciudad desde hacía años. Muchos ciudadanos se vestían con su traje regional y le llevaban flores a una estatuilla. Ella nunca había estado dispuesta a hacer fila para un acto así y realmente él tampoco lo estaba. En cambio, para su amiga Marta era una costumbre entretenida. 
- No, ya hemos ido a la ofrenda - Contesta la amiga de él - Por Dios, ¿Pero que hora crees que es?, son las 12 y 46 de la mañana. Oye, por cierto... ¿Qué estás haciendo aquí durmiendo en el coche? 

- Buenos días... - Dice mientras asoma la cabeza por la ventanilla. Mientras se levanta de la parte de atrás. Marta la mira voqueabierta ¿Han dormido en el coche los dos? Eso solo puede significar una cosa: Ha pasado algo entre ellos seguro. 

Ella se da cuenta de lo que Marta está pensando. Y después llegan a su cabeza los famosos flases de todo borracho. Allí los tenía: Los besos, el baño portatil, la pequeña siesta a las puertas de las carpas, el taxista, él defendiendola, la pequeña conversación en el coche. Pero sobretodo como él la besaba y lo mucho que a ella le gustó. ¡Qué horror! Se queda sumida en sus pensamientos. Ha sido una estúpida, recuerda como ella lo ha agarrado para besarlo... ¿Se acordará el de todo lo que pasó la noche anterior? 

Lo mira entonces. Él está tranquilo hablando con Marta. Después la mira a ella como si nada pasara. A lo mejor con un poco de suerte el no recuerda nada. Mejor. Se suponía que no quería hombres en su vida y menos un capullo como ese. Ya sabía de que iban los chicos que tenían tantas amigas. Además lo que más le fastidiaba es que le había gustado demasiado ese beso. Y si seguía haciendolo terminaría enganchandose. No, era mejor parar. De hecho, era mejor no hablar del tema.

Marta se va después de despedirse de ambos. Al torcer la esquina marca un número de teléfono sin dudarlo un minuto: 

- Anna, soy Marta... ¿A qué no sabes lo que acabo de ver? - Cuenta a la rubia divertida que tiene Marta y él como amiga en común...
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 - ¿Así qué es por aquí donde vives? - Pregunta él mientras observa como se pierden del mundo. 
- Sí, yo una chica de campo aquí donde me ves... 
- Vaya, se tiene que vivir tranquilo por aquí - Dice mientras observa todas las grandes casas de campo, con sus jardines y sus perros. Se pueden ver dos granjas con vacas y gallinas y un poco más adelante un establo con un gran pajar. - Que guay, es diferente a vivir en la ciudad... - Dice él mientras contempla todo eso. - Se parece a la montaña... yo antes solía ir mucho... - Continua hablando relajado. 

Ella lo mira y lo escucha. Le gusta como habla y lo que dice. Se va tranquilizando cuando ve que él no tiene intención de sacar el tema de lo que sucedió la noche pasada. Está claro que si no lo saca, es porque no le interesa sacarlo. Seguramente ha sido una más en su estupenda lista de mujeres con las que se ha besado. Bueno, no pasa nada, mejor así piensa ella. Menos posibilidades de que te puedan romper el corazón. 

- Es aquí - Dice ella finalmente. Él mientras tanto observa desde dentro del coche la casa. Le parece bonita. Le gusta el sitio y piensa que a ella le sienta vivir en un sitio como ese. Se da cuenta de que tienen bastante más en común de lo que él pensaba y sonríe para sus adentros. Entonces siente miedo, se da cuenta de que esa chica le encanta y de que ella no tiene ninguna intención de tener nada con él. Lo de la noche anterior fue un desliz por parte de ella. Solo iba borracha y se le antojó probarlo a él. Que estupido... allí estaba embobado mirando como ella abría la puerta. 
Siente ganas de decirle que quiere hablar sobre lo que paso la otra noche. Ella mientras habre lentamente la puerta intenta darle tiempo a él para que diga algo. Pero ninguno de los dos pilla las indirectas. Finalmente ella abre la puerta. 

- ¿Quieres pasar? - Dice ella entonces.. 
- Tal vez otro día - Contesta él educado 

Ella asiente con la cabeza. Él arranca el coche y desaparece de allí. Ella entra a su cuarto y se tira a la cama. Que boba, no ha querido ni entrar a su casa. Mientras, Él para el coche en mitad del camino de piedras que lleva a casa de ella. Piensa en volver y llamar a su timbre. Pero no, es mejor así. No puede estar a su lado y no lanzarse a besarla. 

Que estupidos...

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