"Espero que vivas todos los días de tu vida"

miércoles, 23 de junio de 2010

Capítulo 68 - PERDIDAMENTE ENAMORADA


 

- Siento que hayas tenido que pasar por esto... - Dice él mientras la agarra de la mano guiándola. Las pisadas de él son rápidas y fuertes. Camina sin pensar con intención de que aparezca su coche aparcado por una de esas calles. Con la eufória no sabe ni donde lo ha dejado.

Una manzana tras otra, él sigue caminando sin parar. No sabe muy bien en que piensa. Se siente furioso. Lo que tuvo con Mónica fue algo esporádico. Un momento, una noche, unas cuantas tardes pasando el rato. No tenía nada que ver con ella. Pero evidéntemente, ella no lo sabía, y su cabeza también pensaba.
Se puso celosa al imaginarlos a los dos. Y conociéndo el historial de ese nuevo chico, seguro que se había acostado con ella. Le costaba aguantar imaginar algo así. ¿Estaría siendo una más? No quería volver a pasar por lo mismo. No quería más esperiencias negativas.

- Donde se habrá metido ese maldito coche - Refunfuña él de nuevo - Algún idiota ha cambiado la calle de sitio...

Ella no habla. Está confunsa. Por un instante se siente tonta por haber ido hasta allí, solamente por él. Tal vez está haciendose ilusiones demasiado rápido. Para un chico como él, puede que todo sea un juego. No quiere volver a sufrir, no puede imaginar lo que sería volver a pasar por un infierno parecido al que vivió. Y mientras se sume en una locura de pensamientos, él localiza el pequeño cochecito destartalado de segunda mano. Justo donde lo había dejado esa mañana.

Él le abre la puerta del coche. Después se sienta en el asiento del conductor. Las calles están humedas. Y ellos se encuentran aparcados en una especie de plazuela, detrás de la iglesia del pueblo. El suelo esta lleno de barro. La tierra se ha mojado por la lluvia. Ya es de noche, y solo se ven alumbrados por una farola vieja que a veces, incluso parpadea apagándose y encendiéndose. Él la mira, ella mira por la ventana. Eso le pone nervioso. Raras veces consigue saber que piensa en momentos así. Contempla sus manos, una apollada sobre su pierna y la otra sujetando su cara. Sus pestañas largas pueden verse incluso de perfil. Su pelo está algo mojado y eso hace que se le ondule. No ve su mirada, pero sabe que está perdida. Se da cuenta entonces... No quiere dejarla escapar, quiere que siga sentada en su coche allí siempre.

- Lo que pasó con Mónica
- Se que no fue nada... - Se adelanta entonces ella - La cuestión es... Si siempre haces lo mismo...
- ¿Lo mismo?
- Sí. Te cruzas con chicas con las que te has acostado, te has liado. Después cuando me hablas de ellas, me dices que no fueron nada. Pero al mirarlas me doi cuenta de que para ellas, o al menos, para la mayoría llegaste a ser algo más. ¿Es eso lo que pretendes hacer conmigo también?

Él la mira. Sus ojos son penetrantes y están clavados en ella. Traga saliva y continúa mirandola. Esta ahí sentada asustada y frágil. Entonces en un impulso, él sale del coche. Abre la puerta de ella y la coge en brazos. Abre la puerta trasera y la sienta allí encima de él. Vuelve a mirarla. Ella aun está confundida, no entiende porque ha hecho eso. Después él, agarra su carita. La mira. Su mirada es apasionada, tierna. Ella se estremece. Y después el mira sus labios con deseo. Ella suspira pero intenta disimularlo. Y él entonces la besa dulcemente, suave y tierno. Después separa su boca despacio de la de ella. Y volviendo a mirar sus labios, pegando su nariz en la suya. Vuelve a besarla. Esta vez más fuerte. Metiendo despacio su lengua en la boca de ella. La abraza fuerte mientras lo hace. Y después de unos segundos de euforia, se aparta despacio. Ella no puede evitar acercar la cara de nuevo para seguir besándolo con los ojos cerrados. Él la mira y ella al no recibir respuesta abre lentamente los ojos y ve su cara.
Él mira la suya. Y los dos se quedan mirando durante minutos... sin saber muy bien porque. Ella siente una sensación nueva. Se quedaría mirándolo durante horas. Dejaría pasar el tiempo y seguiría allí. Solo mirando sus ojos. Él siente un escalofrío. La mira, le encanta, la desea. Se quedaría allí toda la noche, todo un mes, siente que podría hacerlo toda la vida. Y así siguen... durante un buen rato. Aunque para ellos el tiempo pasa volando.

- Me quedaría aquí... toda la noche mirándote... - Dice él con la mirada clavada en la de ella. - Eres preciosa...

Ella esboza una pequeña sonrisa pero no dice nada. Se deja querer durante un rato más. Él enlaza los brazos en la cintura de ella. Está allí sentada encima de él. Pasa el tiempo. Solo se miran. Los cristales se están empañando. Las horas pasan y fuera hace frío. Vuelve de nuevo a lloviznar en el barrio. Ellos ni lo escuchan. No pueden evitar mirarse el uno al otro sin decir nada. Entonces, sin saber muy bien porque, los ojos de él se empañan. Y los de ella también. Ha surgido de casa uno de ellos espontáneamente, ni siquiera se han dado cuenta de que el contrario también está emocionado. Es una emoción nueva, que ha nacido sola, fruto se un sentimiento de paz. Parecen estar los dos en el cielo. Se sienten felices, quieren reir y también llorar. Los dos se sienten plenos por haberse encontrado el uno al otro. Pero a al mismo tiempo les invade el temor de poder perderse. Es algo mutuo. No hace falta hablar, no hace falta decirse nada, solo es necesario mirarse. Y eso hacen. Se miran los dos fíjamente con cara de tontos.

- Nunca me había pasado nada como tú...
- A mí tampoco... - Dice ella en un hilillo de voz
- Eres distinta a todas las demás... No te vayas...

Y cuando esas palabras salen de su boca. Ella no puede contestarlo. Lo tiene allí delante. Tan guapo como siempre. Abrazándola contra él, mirándola de esa manera. Solo sigue mirándolo. Mientras inevitablemente, a dos centímetros de él, siente algo que nunca había sentido. Él lo siente al mismo tiempo. No quiere besarla, no quiere hacer nada que no sea estar allí parado contemplándola como si se tratara de algo divino. Y sí, entonces pasa. Los dos se dan cuenta, de que se han enamorado perdidamente el uno del otro.

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