"Espero que vivas todos los días de tu vida"

martes, 2 de marzo de 2010

Capítulo 47 - EL FRÍO QUE ME CALIENTA LOS HUESOS



- ¡Soy una mujer bomba! ¡Voy a quemar el recinto! Jo Jo Jo!! - Él y Anna  la miran riéndose- Pum, pum, pum ¡Qué te disparo! - Sigue diciendo ella 
- Ja, ja, ja. Está muy borracha... - Le dice él a su amiga Anna 
- Ja, ja. ¡Y nosotros también! 
- Pum Pum ¡Voy a poner una bomba en el recinto! 
- Mírala.... esta hecha una ratilla... Mi sudadera le queda por debajo de las rodillas 

Anna observa como mientras dice eso él pone cara de embobado. 

- Ella te encanta... 
- Ja, ja... no te creas... 
- Me gusta que te encante - Dice Anna - Hacía tiempo que no te veía tan entusiasmado por algo. Te mereces volver a enamorarte. 
- No se si es una buena idea... 
- Yo creo que sí. Esa chica me cae bien. Y creo que tenéis mucho en común 
- Cómo qué ¿Un espíritu terrorista? 
- Ja, ja, ja. No lo se. Es algo extraño. Algo especial que tenéis los dos cuando estáis juntos. Yo lo siento, los demás también, y creo que tú y ella lo notáis igualmente... aunque os engañéis a vosotros mismos. 
- No lo se... tal vez me da miedo... - Dice él finalmente cediendo a las palabras de su amiga
- Pues si te importa de verdad deberías llevártela de aquí 
- Oh no... no quiero hacer nada más con ella mientras vayamos borrachos los dos... siempre es igual...
- Ja, ja, ja... No lo digo por eso querido amigo. Lo digo porque si la deja un poco más aquí terminará asesinando a ese policía 

- ¡Voy a poner una bomba! - Se ve como le dice eso ella a un policía a lo lejos. 

Anna y él se miran y después él se acerca a ella. Tras unos pequeños esfuerzos consigue separarla del segurata y la reúne con los demás. Es tarde. Ya han pasado allí gran parte de la noche. Pronto amanecerá. Es domingo, día de toros por las fiestas. Todos han accedido ir a la plaza. Incluso ella. 
Una vez allí los jóvenes saltan al ruedo a para torear a las vaquillas. El público observa entretenido desde las gradas de la plaza. Incluidos ellos y los demás amigos. 

Es tarde, ella está agotada. Sus ojos se van cerrando. Sin querer su cabeza se cae encima del hombre de él. Él gira la cabeza para ver que pasa, y la ve allí dormida. Él le pasa la chaqueta por encima y continúa disfrutando del espectáculo. Después piensa en lo a gusto que está allí sentado con ella. Aunque sea una grada dura de madera, aunque estén sucios y despeinados, aunque huelan a alcohol barato, aunque haga frío. Ella en sus sueños piensa lo mismo. Y sin saber muy bien como, inmersos en la relajación y sus agradables pensamientos, se quedan dormidos entre todo ese alboroto. Ángel los ve allí acurrucados. Saca su móvil y les hace una foto. 

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