En el suelo: Unas braguitas, las zapatillas viejas, el vestido, los calzoncillos, un calcetín perdido de su pareja… Me encanta ese plano… Sí, ese plano tan típico de toda comedia romántica, de esa primera vez. Esa vez en la que los espectadores dicen: ¡Al fin! Al fin han hecho el amor.
La luz entra por la ventana e ilumina cálidamente toda la habitación, sus cuerpos desnudos semitapados por las sabanas. Olor a sabanas… ¿Frescas? Sí, frescas por la fría brisa que entra por la rendija del ventanal entre abierto, pero también sabanas calientes, usadas, aplastadas, tentadoras, morbosas… Sabanas de amor.
Y dentro de esa cama grande con espacio de sobra para dos que había estado tanto tiempo ocupada solo por una, dentro de esa mosquitera que cuelga del techo haciéndola parecer una cama de “princesa india”, una mano la agarra con firmeza y delicadeza al mismo tiempo. Recorre su cintura y roza su pecho. Su aliento golpea como una suave pluma en su nuca. Y ella lo disfruta, lo saborea. Aliento caliente, rendido, cansado, satisfecho de un encuentro. De un delirio, de un segundo, de un momento robado en el tiempo, e interminable, eterno de sus dos mentes para siempre.
Y antes de abrir los ojos sonríe. Sonríe satisfecha por lo que ha pasado hace unas horas. Sonríe en paz, complacida, llena… Ha sido perfecto, precioso, inolvidable, inmejorable… ¡No! Tal vez incluso aun podría ser mejorable… tal vez, si pasa más veces… ¡Pero que dice! ¡Está loca! Ha sido inesperado, delicado, caliente, insensato, loco, colmado, orgulloso, liberado, alertado, deleitoso… ¡A sido inmejorable! Sí, así ha sido. Su sonrisa se hace más grande pensando en aquellos momentos. En su espalda, en sus gemidos, en como la agarraba, como la besaba con ternura y como a la vez la cogía firme, con ganas, con pasión. Como si lo hubiera esperado mucho tiempo, como si tal esa fuera la última vez, como si el tiempo y las mentes se pararan, como si fuera para siempre o de un segundo… Abre los ojos, le brillan. Y de espaldas hacia él, mira su mano. Que la agarra para no dejarla escapar, como había prometido.
A penas se atreve a cambiar de postura para no despertarlo. Dios, finalmente ha pasado. Una sensación extraña se adueña de sus pensamientos, un sexto sentido femenino, una llamada de alerta… “Ha pasado, porque tenía que pasar”, piensa y se siente satisfecha. Gira un poco el cuerpo, con cuidado. Y allí está su cara… su cara de ángel endemoniado. No, ahora es solo ángel… cuando se despierte quien sabe, pero ahora no. Lo observa bien, tan a gusto, tan calmado, tranquilo… sumido en sus sueños… ¿En qué soñara? Mira sus ojos cerrados que parecen dos medialunas perfectas, simétricas y rasgadas. Están calmados… Y su boca… parece incluso verla sonreír. Satisfecha, contenta, ganadora de deseos. Quiere besarla otra vez, sentirla junta a la suya, rozar de nuevo su lengua, apretarla fuerte, morderla, lamerla. Pero no, es mejor que duerma, seguro que está cansada… y después se ríe por haber pensado eso. Ha sido perfecto, tan tierno, tan atento, tan poco egoísta y tan prudente… Pero a la vez tan loco, tan descarado, tan auténtico y fogoso… tanto que ha perdido la cabeza. Sí, la ha perdido por él.
No es la primera vez. Pero sí que es “su primera vez”. La primera vez de los dos. Y aunque el hecho de hacerlo con alguien fuera algo que ya había experimentado, esta vez tenía una sensación completamente distinta. Esta vez había sido diferente, está vez había calado algo dentro de ella, hondo, llano, profundo… No lo iba a poder olvidar nunca. Había sido real, mutuo, los dos habían sido una sola persona. Sus ojos vuelven a brillar, se siente dichosa, emocionada, estúpidamente agradecida de él momento que él le había regalado. Siente que es él, que lo había esperado durante hacía mucho tiempo…
Lo mira de nuevo… lo examina, lo estudia, intenta descubrir más. Y al mirarlo, siente ver a otra persona. Siente un antes y un después. Y visualiza un horizonte sin final, unos ojos sin término, una boca blanda, bien acolchada de sonrisa consumada sin desenlace. Un pequeño lunar debajo de su barbilla, vaya, nunca antes lo había visto, y había estado allí siempre. Es entonces cuando se da cuenta, quiere más. Más información, más datos, más encuentros, más pasión, quiere conocerlo porque ni siquiera lo conoce. Cuantos más secretos, cuantos más lunares guardará su cuerpo, su mente, su vida… Y el miedo… que la inunda de repente. Miedo a perderlo, a no poder volver a sentir sus caricias, a no escuchar su voz, a ser otra chica más… No, eso no. Se ha sentido especial, diferente… por unas horas ha sido una diosa, una princesa, una reina de reinas… poderosa, protagonista, única. Así la ha hecho sentir él… Él, que entonces se mueve y se gira aun más hacia ella abrazándola, abarcándola solo para sí mismo. Y sonríe sin aun abrir los ojos. Esta vez, parece que algo más consciente.
- Hola – Dice finalmente un susurro que sale de sus labios
Rompe el silencio lleno de algarabía pensante dentro de la cabeza de ella. Tantos pensamientos, tantas dudas, tantos recuerdos dulces, veloces, lentos, firmes, desgarrados, halagadores… Todo se va, todo pasa, se olvida. Todo se rompe de repente: ¡Zas! Todo pasa ahora que él habla.
- Hola… - Contesta ella
Y se besan. Despacio, con la calma que no existía hace unas horas, corto pero suficiente. Perfecto así… Y después una sonrisa se dibuja de nuevo en sus rostros. Una sonrisa real, autentica, tal vez una sonrisa de enamorados.
Él la observa. Es real, está allí, delante de esa carita, de esa niña buena y mala, caprichosa y bondadosa, vanidosa y caritativa… espontánea, loca, ardiente, presuntuosa, inexperta y experta, serena, nerviosa, insatisfecha y ahora tanto… Ha pasado de verdad, por un instante pensaba que solo estaba soñando, no podía haber sido tan perfecto. Una realidad imperfecta tan insuperable…
Siente su olor en las sabanas. Está en el cielo… la mira y no deja de hacerlo. Pasaría así horas… No días, meses, años… ¡Toda la vida! Qué bonito, que maravilla… que sensación tan satisfactoria… sexo, amor, sentimientos que corren, se pelean, se chocan y empujan por todo el cuerpo… y sobretodo: felicidad. Felicidad proporcionada por todo eso. Por toda esa mezcla, esa pócima caótica tan bien organizada.
Sí, lo había hecho otras veces pero ya no recordaba lo que era hacer el amor con una mujer. Solo la memoria de polvos rápidos, pasajeros e insensibles en quien sabe que camas y con que otras chicas. Y acaba de experimentarlo. Había estado de nuevo en el cielo, en esa montaña rusa, en ese subir y bajar, ese salto al vacío ese océano interminable de deleite. Todo para él… solo suya. Ella, mandamás, segura, libre, fogosa, apasionada, loca. Ella: cauta, sensata, sumisa… Sí, ella y sus labios. Ella y su lengua, su espalda, sus manos, sus piernas, sus pechos, sus pies, su pelvis de un lado a otro. Ella arriba y abajo. Ella encima, ella abajo. Ella jefa y ella esclava de una noche, de una aurora, de un segundo… Ella tal cual, ella lujuriosa. Ella y su pelo, y sus dedos y su cuello y su arte… Todo eso en una noche, en un instante eterno y efímero. Todo para él, para nadie más.
Su mente está en blanco, no quiere pensar, solo saborear el momento. Momento mágico, placentero de esa mañana fresca y brillante. Quiere aprovechar su cuerpo delicado, esos brazos que lo abrazan y lo hacen sentirse bien, importante, fuerte… esa boca que lo besa, lo saborea, lo muerde y recorre con su lengua. Una, otra, para, sigue, no para, no sigue, más rápido, más despacio, más fuerte… Y su pelo, y el agarrándolo fuerte, perdiéndose en su aroma, en su olor, en sus profundidades nunca descubiertas por nadie más, nunca entendidas por ninguno otro. Y las gotas de lluvia vuelven envidiosas otra vez.
No se ha ido, sigue aquí. Él tampoco se ha marchado. Quiero mirarla, quiero mirarlo. Quiero tocarla, quiero tocarlo, abrazarlo, besarla, acariciarlo, agarrarla, sentirlo, hacerla gemir, saborearla, volverlo loco, caliente, ardiente. Quiero fuerte, rápido, despacio, suave. Y él: orgulloso, y ella: avariciosa. Él, respetuoso, Ella, liberada… Y otra vez, un beso. Otro beso, uno en el cuello, una caricia y otra vez. Una segunda vez a la luz del sol. Única, irrepetible, ida, demente, voluptuosa, jadeante, ardiente, suave, penetrante, prohibida, delicada y agotadora… que se recuperará después con un buen chocolate caliente y dulce en el cochecito destartalado, bajo las gotas de lluvia que anuncian la llegada de la Navidad.