"Espero que vivas todos los días de tu vida"

martes, 10 de enero de 2012

PROXIMO CAPÍTULO: ROJO PASIÓN



Buenas Tardes queridos y selectivos lectores =)... (Que formal me pongo) Sí, se que es un desastre y que debería llevar muchos capítulos más... pero tengo una buena escusa: Estoy de prácticas... 

La verdad, que una tarde como hoy, me paro en pensar en las vueltas que da la vida, en que todo tiene que pasar por algo... Cuando era pequeña decía: "Quiero ser de todo, menos profesora" y de repente ZAS. Basta que lo digas para que suceda...

Al principio me frustraba pensando que hacia esto porque no había otra, que mi vida iba en mal camino, que no estaba consiguiendo nada de lo que me proponía. Y de repente, el camino se tuerce, da un vuelco, un giro de mas de 3000 grados!!! y te das cuenta de que la vida te sorprende... En ese punto estoy yo ahora... Muy loca como siempre... y os digo un secreto... 

ES GENIAL

Pero prometo seguir escribiendo pronto, no penséis que no me acuerdo de esto. Este mensaje es un recordatorio. Gracias por seguiros sumando a mis seguidores y gracias por vuestros comentarios. Un besazo, ser felices. PAZ Y AMOR. 



lunes, 19 de diciembre de 2011

Capítulo 100 - Nadie...


Y estruja el freno  dirección a ese restaurante. No sabe muy bien donde se dirige exactamente, pero no le importa, estaba seguro de poder encontrarlo. “con ganas se llega a cualquier sitio”, pensaba. Era esa fuerza de la que siempre os hablo, esa fuerza que por algún motivo los unía. Esa energía magnetica que los atraía una y otra vez, que los envolvía, aplastaba, espachurraba, el uno contra el otro. Una potencia mucho más firme que la propia fuerza de la gravedad. Su mente, sus deseos sentirla eran su propio JPS. Da igual, solo quería decirle “Hola”, sí solo quería mirarla y decirle “¡Feliz año nuevo!” y después besarla sinceramente. 
Mientras tanto en el restaurante, el champagne seguía brotando y los chistes de aquel hombre no cesaban. Su padre, poco acostumbrado a beber ya tenía más color en sus mejillas que el habitual y también sonreía con más ansias de las que la solía tener acostumbrada.

-          Papá está borracho… - Dice la pequeña cerrando los ojos con tono cómico
-          ¡No seas así! ¡Nunca lo está! – Contesta ella
-        Ya, pero para papá beber un poco de agua mezclada con champagne ya es ir pedo… - Dice, y después bebe un poco del champagne del comensal de al lado que se ha ido al servicio
-          ¡Eh! Tú no puedes… - Riñe la mayor
-          Ya, pero no hay nada más interesante que hacer esta noche, no como tú, que en nada viene tu novio a buscarte…
-          ¡Qué dices! ¡No es mi novio!
-          ¿Tienes novio cariño? – Pregunta la señora rubia platino de piel bronceada y regordeta que tiene en frente de la mesa, Marie. Como siempre, metida en asuntos ajenos se termina enterando de todo…
-          Oh… no, no, no… no es mi novio… es un…
-          ¡Eh Paco! – Dice la señora a su marido sin prestar demasiada atención a lo que ella está diciendo – ¿Has oído eso? La mayor ya tiene un novio… - Y como parece no hacerle caso, le pega unos cuantos empujones meneándolo de un lado a otro hasta que finalmente vuelve a repetírselo
-          ¡Así que ya con novio!
-          Hombre… ya, ya… ¡Ya era hora que se le pasaba el arroz! – Dice la pequeña por lo bajo mientras disimuladamente bebe otro trago. La mayor le da un codazo disimuladamente. La pequeña escupe un poco del champagne.
-          Y como se llama – Insiste la rechoncha rubia platino
-          ¿Cómo se llama quien? – Se une a la conversación otra rubia bronceada más delgada y estilosa, también amiga de los padres
-          Su novio
-          ¡Ah tiene novio!
-          No es mi novio…
-          Pero Annie, ¿Tú sabías que tu hija tenía novio? – Dice cotilla la nueva integrante de la conversación
-          Sí algo me imaginaba – Contesta tranquila mientras come un bombón
-          ¡Mamá!
La hermana mientras tanto no para de reír. Y el hombre pesado sigue sonando por lo bajo como un disco rayado.
-          Hija, te viene a buscar mil veces a casa. Que te crees, ¿Qué tu madre es tonta?
-          ¿De quién habláis? – Se une uno más, su padre
-          Del novio de tu hija mayor – Dice la pequeña metiendo cizaña. Ella le dedica una mirada fulminante entornando los ojos.
-          Ah de ese… - Dice el padre mientras brinda con Paco - ¿También viene hoy?
-          ¿Quién? – Pregunta por fin el monologuista “profesional” de la mesa
-          El novio de la chica – Dice la mujer de Paco mientras se come otro bombón
-          ¡Que no es mi novio! – Insiste ella

Pero al resto de la mesa les da exactamente igual. Qué importa que sea o no su novio, ya tienen un tema nuevo del cual hablar. Ya sabéis, el lo típico, la gente quiere oír: aquello que quiere oír. No les intentes convencer de lo contrario, ellos su propia historia, la más morbosa, la más interesante de contar a otros… Ella baja la cabeza derrotada moviéndola de un lado para otro. Su móvil entonces suena, un mensaje: Estoy en la puerta, ¿Sales?
Su corazón entonces late más deprisa. Ya está aquí. Sonríe, tiene ganas, ganas de él. Entonces se levanta y se apresura a buscar su chaqueta colgada y escondida entre todos esos abrigos peludos.

-          ¿Ya ha venido tu novio? – Dice Paco bastante borracho
-          Me marcho ya… - Dice ella
-          Pero… ¿No lo vas a invitar a entrar? – Insiste Marie
-          Oh, no, no, no…
-          ¡Pues claro que sí! ¡Que entre!

Y acto seguido al unísono, la mesa entera repite animada una y otra vez esa frase: ¡QUE ENTRE!, ¡QUE ENTRE!, ¡QUE ENTRE! Acto seguido Paco se levanta y la coge por el hombro y sigue gritando la frase en su oreja. Todo el mundo se pone a reír, el padre se levanta y se agarra a Paco, la hermana salpica de champagne el mantel fruto de la incontrolable carcajada que explota en su interior al ver semejante panorama y ella… Ella por mucho que lo intente no puede evitar sonreír. No sabe porque, sí fruto del alcohol, o de la noche vieja, o de la magia de la navidad o porque las cosas pasan por que sí, sin más: su familia es feliz y hacía mucho tiempo que no era así. No puede contenerse y se dibuja en sus rostros una sonrisa que se extiende en su cara de oreja a oreja. Después despierta de nuevo: ¡Que entre, que entre, que entre! Siguen gritando.

-          Está bien… Está bien… - Y cede. – Voy a buscarlo

Y aplauso y un estallido de risas vuelve a saltar. La satisfacción de los presentes se palpa. Él, el misterioso chico va a entrar a dar la cara. Y ella se apresura a buscarlo a la calle.

Y cuando levanta la mirada la ve, ahí está con su vestido rojo, aproximándose hacia él, mirando delicadamente hacia los dos lados de la calzada con sus mejillas sonrojadas por el frío y la alegría, con ese pequeño y delicado abrigo negro, con esa sonrisa que lo derrite en esa noche helada. El sonríe, está preciosa, le encanta, la quiere para él, solamente para él y nadie más. Quiero que así sea esa noche, que lo sea la siguiente y así hasta el final. Sus piernas avanzan, sus tirabuzones se balancean de un lado a otro como mariposas con el viento. Y así contempla, a cámara lenta, uno tras otro de todos sus frágiles movimientos. Y de algo está seguro: Nadie podrá quererla como él la quiere, nadie podría adorarla así, nadie podría advertir como él hasta el menor de sus dulces movimientos, de esos gestos imperceptibles de su cara, su rostro, su cuerpo… Es como si solo a él se le hubiera concedido el don, la facultad de ver, de conocer el verdadero sabor de sus besos, el color real de sus ojos… Nadie podría nunca verla como él la veía. Nadie podría nunca verla verdaderamente, entenderla, respetarla. Nadie se divertiría como él con esos tiernos caprichos.

Y después se queda sin respiración unos breves instantes que lo transportan, lo llevan a otra dimensión.  Las comisuras de sus labios se unen tímidas, como si acabaran de conocerse, como si siempre fuera la primera que lo hicieran de las muchas tantas que en realidad lo habían hecho, como si pudieran hacerse daño. Y el tiempo se para, muerto, por una sonrisa.

-          Ven, dame la mano, quieren conocerte.  

lunes, 12 de diciembre de 2011

Capítulo 99: El último día


Movía los labios canturreando algo, no esforzándose demasiado, estaba a otras cosas. Ya se había quemado los dedos unas cuantas veces luchando con aquellos tirabuzones imposibles. Pero la ocasión lo requería. “Ve a la peluquería”, había dicho su madre. Y evidentemente “no” había sido su respuesta. Había decidido que merecía la pena ahorrar después de unas cuantas batallas libradas y ganadas por él sobre los asuntos por los cuales merecía la pena gastar dinero y por los cuales no. “Tú ya eres preciosa, ¿Por qué necesitas pagar para sentirte así?”, repetía él una y otra vez mientras ella se sentaba en la cama de su habitación con los ojos empañados porque ese día le apetecía quejarse de algo. Típico de todas nosotras: si naces alta quieres ser más baja, si naces delgaducha querías ganar unos kilos y otras ya no saben cómo librase de ellos, ¿ojos marrones? Los quiero verdes o azules, pelo corto, ¡Que envidia el largo!, y así con todo. Si naciéramos perfectas nos aburriríamos igualmente y buscaríamos la manera de encontrarnos fallos. Qué curioso… ¿No? Realmente la respuesta que responde todas esas quejas, inseguridades y deseos se resume en la más certera y precisa conclusión que no es otra cosa que el propio hecho de que las mujeres ¡No tenemos ni idea de lo queremos! Pero a veces, y en un corto plazo de tiempo sí tenemos pequeños deseos que deseamos cumplir, y que mueren nada más conseguirlos. En este caso, ella deseaba peinarse a sí misma, así que llevaba nada más y nada menos que 3 horas haciéndose esos tirabuzones con la esperanza de hacerse el moño más perfecto jamás contado de la historia mundial. Evidentemente, cuando terminó eso fue lo que sintió – aunque realmente no era cierto claro – pero el resultado fue satisfactorio. Base cremosa, maquillaje sedoso, sombras misteriosas, colorete alegre, rímel para pestañas kilométricas, y gloss de labios como diamantes y caramelo. Uñas perfectamente limadas, pintadas con un color bien estudiado. Medias de encaje y ropa interior roja por supuesto, el rojo siempre da buena suerte en la última noche del año. Y por eso fuera poco, para asegurar la buena suerte, también, con cuidado, y con muchas ganas contenidas quita la etiqueta de su vestido. Por fin, después de unos días largos en el armario ha llegado el momento. Y cuando termina de colocarlo y ajustar la cremallera se sube esos tacones rascacielos. Se mira al espejo…  Se gusta, está satisfecha. Sonríe, suspira. Esta nerviosa. Sentimiento muy típico que nos invade a todos ese día.
En el coche camino al restaurante su hermana hace dibujitos en la ventanilla. Un corazón, una estrella, escribe su nombre. Su padre fuma un cigarrillo, su madre se retoca los labios en el espejo situado encima de la cabeza del copiloto.

-          Y ser educadas – Añade
-          Sí mamá…- contestan irónicamente con voz pesada las dos hermanas a la vez
-          Y no os levantéis de la mesa si nadie más lo hace
-          Sí mamá – repiten exactamente igual
-          Y no llaméis la atención
-          Sí mamá – Con voz más pesada. Ella sube los ojos hacia arriba a modo de plegaria, la pequeña se ríe por el gesto que hace su hermana.

La cena les espera. Esa noche la pasarán con los amigos de sus padres  -jefes de un restaurante-.La última noche del año el restaurante se cierra solo para ellos. Se reúnen allí más de cuarenta personas y preparan sus mejores platos, algunos de ellos solo específicos para ese día. Buen champagne, ensaladas sofisticadas, carnes jugosas y recién hechas, vino gran reserva, entremeses, pescados variados, platos centrales, globos, música, dulces y tartas. La cena trascurre entre risas y cava. El padre de ella bebe alguna copa de más, “una vez al año no hace daño”, piensa. Su mujer por el contrario se moja los labios y hace posteriormente una mueca que demuestra lo poco atraída que se siente por las bebidas alcohólicas. Ella también se anima a beber un poco. La hermana aun no puede, es menor de edad. Pronto con dos copas de más el más guasón comienza a contar algunos chistes verdes en la mesa. Algunos se ríen a carcajadas, otros bajan la cabeza pensando: “siempre cuenta los mismos”. Algunas mujeres se animan a cantar villancicos, sus voces a duras penas se juntan al unísono y consiguen sacar medianamente la melodía de un villancico. Suenan estridentes, están contentas. Ella ríe, habla con su hermana, interactúa con otras personas. Y en uno de esos momentos mientras ríe, su mente se teletransporta a su pequeña burbuja, a la pequeña burbuja que ella a formado con la ayuda de él. Y ve su cara, y piensa en él. De repente sus ganas de verlo se acentúan más. ¿Cómo irá? ¿Qué estará haciendo ahora? Solo cuenta los minutos para verlo, para que pase a recogerla, para besar sus labios y decir las palabras mágicas.

Desde el otro lado, en la otra punta. Otra familia, como los muchos millones que lo hacen, celebra la noche vieja. Hay tantos modos de celebrarlas como personas existen. En este caso, él la pasara con sus padres y su hermano, además de la compañía de su abuela materna y de dos de sus tíos. Aunque el número sea menos, la cena pasa tranquila y agradable con una comida más modesta pero no menos agradable, sabrosa y acogedora. Cantan villancicos, la abuela reza antes de comer y también hay felicidad. Él se ofrece a recoger los platos y a poner la mesa, ayuda con algunas tareas y habla cariñosamente con su abuela. La madre, por unos instantes observa a su hijo. Y los ojos brillan. Brillan los de ella, brillan los de él. Su hijo está cambiado, es más maduro, es más tierno, más cariñoso. Algo ha sucedido dentro de él, algo lo está cambiando. Ella agradece a aquello que haya producido ese cambio y sin engañarse piensa en esa chica por la que su hijo a perdido la noción del tiempo.

Y así, como un rayo, un trueno, ¡un relámpago! El tiempo pasa fugaz por las esquinas de todo el mundo.  Y de la cena, en un parpadeo de ojos, en un suspiro, en un ir y venir de una vida, en dos tragos de champagne, se despide esa noche tan única que solo pasa una vez al año, la última noche de este: la noche vieja…
Y da paso a un nuevo año lleno de esperanzas y de ilusiones. Ese momento, esa sensación, los 12 toques que cambian el mundo y lo dejan tal y como está. Esos que nos llevan al primer día que lo separan del último. Nos despedimos del otro año más y lo cargamos a nuestras espaldas. “Este año seguro que…”, “Salud”, “Amor”, Dinero también… “Ojala que mi madre…”, “Siempre te querré”, “Adiós”, “Por un año mejor”… son algunos de los muchos pensamientos que recorren las calles, las habitaciones y los rincones de todo el mundo. Los sueños vagan sin descanso y a penas se deja espacio los unos a los otros, tal vez sea por eso que algunos se desvanezcan y no puedan cumplirse... Pero en ese momento, es como si fuera posible, es nostalgia, sí… del tiempo, de no poder pararlo. Otro año se va, deja paso a otro.  Miradas, sensaciones, cariño, tristeza, personas que ya no están, personas que queremos que sean eternas, que siempre lo serán en nuestros corazones, recuerdos, olor navideño, y las sonrisas, esas me encantan, las que si viéramos a cámara lenta arrugarían nuestros rostros. O los rostros ya arrugados de los más mayores que con nostalgia ven a su alrededor aquello que han construido, aquello que también se irá. El primer anuncio, la canción que suena, los besos que celebran el nuevo año, la alegría, la pena… Y ella, fiel a sus propias costumbres, como todos los años lleva a cabo su ritual particular… un poco obsesivo compulsivo pero sin dejar de ser encantador:

Primera uva: Salud; Segunda Uva: Salud para todas las personas que quiero; Tercera uva: Porque mis padres sean felices; Cuarta: Porque mi hermana o yo no se lo pongamos demasiado difícil; Quinta: Por un año mejor que el anterior; Sexta: Por encontrarme a mi misma un poquito más; Séptima uva: Por hacer locuras, por encontrar la felicidad; Octava: Por los milagros; Novena uva: Porque no vengan muchos problemas y si los hay, porque tengan solución; Décima: porque el próximo año estemos todos aquí; Undécima: ¡Por aprobar la universidad!; Y este año un nuevo deseo, el último: POR ÉL, POR SIEMPRE JAMÁS…

Y entonces… ¡FELIZ AÑO NUEVO!

jueves, 17 de noviembre de 2011

Capítulo 98- ÉL Y SOLO ÉL...



Solo dos pensamientos tenía en la cabeza: Él y él.

Estaba extraña, algo había cambiado estos días. Ya no hacía falta tener que discutir, ya no hacía falta esperar para conseguir lo que se deseaba. Simplemente sucedía, se dejaban llevar ¡Y vaya si se dejaban llevar! Tenían la filosofía de recuperar: “el tiempo perdido”. Así que se pasaban el día haciendo el amor, una y otra vez – imaginaros que felicidad extendida en el tiempo-. No se cansaban de besarse, despacio, rápido, suave, dulce… Mordiscos, cosquillas, caricias, y besos y más besos. A un lado, al otro. Sus piernas se cruzaban, al igual que sus brazos, sus cabezas, sus manos, sus dedos, su pelo. Estaban hechos a la medida perfecta, formaban un rompecabezas que parecía estar ya terminado, pulido, con cada una de sus piezas en la posición correcta, perfecta. Qué hermoso sería poder verme desde fuera, poder hacernos una foto todos los momentos que pasamos juntos, pensaba ella.

Se despertaban a cualquier hora en aquella habitación apartada de su casa - de la casa de él- , de la ciudad, del mundo en general… No existía el mundo, solo ellos dos. Todo iba, no había problemas… Cualquier energía negativa se alejaba de la luz que ellos desprendían. Solo reían y se miraban. Podían hacerlo durante horas, el tiempo pasaba pero para ellos estaba parado. Frente a frente sonreían como estúpidos y de vez en cuando uno de los dos decía: Hola. El contrarío sonreía sin decir nada y a veces también soltaba ese: hola. Hola, estoy aquí, hola, hola, hola, sí ¡Hola! Eso es lo que quiero hacer por siempre, decirte HOLA todos los días. Sí, algunos se empeñaban en que no, que todo era cuestión de tiempo, que algo así se terminaría, pero era amor de verdad. De ese de las películas que hace que te suban mariposas por el cuerpo; Que digo mariposas, ¡Toda clase de bichos! Era fascinante; Todo el tiempo la misma emoción.

Y así llegaron las vacaciones de Navidad. Es curioso, pero cuando llegan esas fechas, verdaderamente, huele a navidad. Tal vez sea una época triste o sentimental para algunas personas, pero para los enamorados la navidad es alegría, ilusión… Ya habían acordado pasar juntos la noche vieja. Ella contaba los días para que eso pasara, una noche vieja con él, seguro que prometía un nuevo año cargado de ilusiones y buena suerte. Iba todos los días a buscar el vestido perfecto para esa noche y siempre volvía con las manos vacías porque no había nada que estuviera a la altura para la ocasión. Aunque de todos modos, él la habría visto guapa de cualquier manera.

En noche buena cada uno cenaba con sus respectivas familias. Él con su familia numerosa, ya que la madre tenía doce hermanos la gran mayoría casados y con dos o tres hijos en el bolsillo. A veces, él creía ver a miembros nuevos que no conocía y otra se le olvidaban los nombres, era difícil poder recordarlos todos. Siempre cenaban lo mismo: Entremeses, ensaladilla rusa, y después pescado o carne siempre la misma por no perder las buenas costumbres. Chillidos de niños, villancicos, y risas se adueñaban de su casa por una noche ocupada por más de cincuenta personas.

En la casa de ella, cada año se hacía una comida sofisticada y variada. No se repetía lo mismo y los invitados a duras penas llegaban a diez. Carne recién hecha, pescado en salsa de setas caliente, arroz con crema de hiervas y queso fundido, caviar, endivias al roquefort, gambas frescas y peladas al alioli. Vino reserva, champagne para el poste, sorbete de limón y cava para hacer hueco a los segundos platos. Más de cuatro cubiertos para cada comensal y ¡Buen provecho!

Pero esa noche ella no podía esperar. Había quedado con él más tarde, después de la cena ¡Que ganas tenía de verlo! De volver a besar sus labios, de volver a tocar su pelo y abrazarlo. Mejor dicho, de que él le abrazara a ella y la acurrucara en sus brazos.

- ¿Por qué miras tanto el móvil? ¿Esperas a tu novio? – Pregunta la hermana pequeña metiéndose como de costumbre en sus asuntos, curioseando.

- No es mi novio…

- Si lo es… - Continúa la adolescente mientras le rasca la tripa a Luanda. – Sino no estarías tan enganchada al móvil.

- Solo nos vemos y lo pasamos bien…

- Entonces, ¿Por qué no salís?

- Porque sencillamente no quiero…

- Sí que quieres, ¿No será que no quiere él?

- No, el si quería

- Como lo sabes, ¿Te lo ha pedido y tu le has dicho que no?

Entonces a ella le invadieron las dudas por un instante. Era cierto, la adolescente listilla tenía razón, nunca se lo había preguntado. Él nunca le había dicho que eran, ni había mostrado ninguna intención en hacerlo. Entonces, ¿Qué era todo? Un juego, un capricho mutuo. Así ya esta, ¿Sin más? Las dudas se apoderaron de ella por un instante. El timbre de su casa interrumpe sus pensamientos.

- Es él – Dice susurrando para sí misma.

La hermana suelta una pequeña carcajada.

- Ves, tu sí que quieres salir con él…

- ¡Ais!- Dice mientras se levanta apresuradamente y le da un almohadazo a su hermana.

Ella se toca la cabeza mientras Luanda moviendo el rabo se levanta y sigue a la hermana mayor feliz hasta la puerta. Después de despedirse muy discretamente de toda la familia coge la mochila de la entrada y sale casi de puntillas sin intentar dar portazo. No quiere que sus padres se pongan a hacerle un interrogatorio de a dónde va, o con quien ha quedado.

- ¿Qué sucede? – Pregunta la madre al ver mirar a su marido por la ventana

- Nada… - Contesta este sin dejar de hacerlo

- Otra vez con ese chico

- Estará bien – añade tranquilo

- No quiero que le vuelvan a hacer daño…

- No lo harán, no lo harán, el chico parece sensato – Dice el padre – tiene un coche normal… - Y después sonríe-, una chatarra, eso es más típico de un muchacho de su edad. No como ese otro que cada día venía presumiendo con un deportivo distinto.

Mientras tanto, el en el coche se mira una vez por el espejo retrovisor para comprobar su aspecto. No está mal. Ella sale apresuradamente por la puerta de metal. El la mira, como algo torpe cierra la puerta y sonría. Ella se da la vuelta. Vaya, está preciosa, piensa él. Esta a dos metros y ya tiene ganas de besarla. Sale del coche, le da un abrazo y después cumple su deseo dulcemente, despacio.

- Tenía ganas de verte – añade

Ella sonríe y lo besa de nuevo. Y se hace el silencio en mitad de la noche.

- Ven entra al coche, tengo una sorpresa para ti.

- ¿Una sorpresa?

- Claro, es navidad ¿Qué esperabas? – Dice él con una sonrisa en la boca.

Y después de unos veinte minutos de conducción él detiene el coche en un mirador de la ciudad. Después la mira fijamente alegre, emocionado, con ganas de hacerla feliz.

- Aquí tienes – Dice él

Ella sonriente, emocionada y algo confusa coge una pequeña caja.

- ¿Un paquete de caramelos?

- Aján… - Dice él misterioso moviendo la cabeza. - ¿No te apetecerá uno?

- Ja, ja, ja… supongo que tengo que decir que sí

- Muy bien señorita…

Y el agarra la caja y la abre, vertiendo sobre la mano de ella algunos caramelos. Después sale un papel y después de sigue otro. Cada uno tiene una numeración. Abre primero el uno:

=D “Para una chica dulce como tú, un paquete de caramelos no tan dulce como ella”

Después de reírse al ver la carita sonriente, muy típica de ellos dos. Se apresura a abrir el siguiente. Este un poco más largo:

“Vale por una invitación a hotel con circuito spa”

- ¡Qué! – Sus ojos se iluminan… - ¿Esto qué es? – Dice con una sonrisa de oreja a oreja

- Lo que has leído…

- ¿En serio?

- ¡Sí! – Dice el emocionado por ver lo feliz que ella está

- Pero, cariño, pero… ¡Como has pagado esto!

- ¡ME HAS LLAMADO CARIÑO!

- Sí, Dios, te lo he llamado, ¡Pero como lo has pagado!

- ¡No preguntes! Disfrutémoslo…

- ¡Qué ilusión! Pero… yo no pensaba regalarte nada hoy, soy más de hacerlo la noche de reyes…

- ¡Por Favor! ¡Calla!

Y la besa, y ella a ÉL. Y después ríen durante un buen rato de felicidad. Que maravilloso, dentro de unos días pasaran la noche en un hotel y estarán en un spa. Está feliz, ilusionada, nada podría estropear este momento. Ya no piensa en que él no haya hablado sobre el tema de ser pareja. ¡Qué más da! Ahora no importa, ya pasará lo que tenga que pasar, ya lo hablaran en otro momento…

Ahora toca vivir el presente, ser feliz…


domingo, 6 de noviembre de 2011

¡HOLA!


Lo siento, Lo siento, Lo siento!!! Demasiados cambios! me habia olvidado de esto... =) Acabo de volver de viaje! Un viaje fastantico e inolvidable... tengo que ponerme al día con la universidad!! Pero espero continuar esta misma semana! En cuanto saque un hueco! No quiero escribir cualquier cosa! Necesito estar inspirada... Por eso no he actualizado antes!! =)

Nada de dejadez como dicen por ahi!!! =)

uN Besazoo! Gracias por vuestros comentarios! MOTIVAN MUCHO!

lunes, 27 de junio de 2011

Capítulo 97 - Chocolate Caliente


En el suelo: Unas braguitas, las zapatillas viejas, el vestido, los calzoncillos, un calcetín perdido de su pareja… Me encanta ese plano… Sí, ese plano tan típico de toda comedia romántica, de esa primera vez. Esa vez en la que los espectadores dicen: ¡Al fin! Al fin han hecho el amor.


La luz entra por la ventana e ilumina cálidamente toda la habitación, sus cuerpos desnudos semitapados por las sabanas. Olor a sabanas… ¿Frescas? Sí, frescas por la fría brisa que entra por la rendija del ventanal entre abierto, pero también sabanas calientes, usadas, aplastadas, tentadoras, morbosas… Sabanas de amor.

Y dentro de esa cama grande con espacio de sobra para dos que había estado tanto tiempo ocupada solo por una, dentro de esa mosquitera que cuelga del techo haciéndola parecer una cama de “princesa india”, una mano la agarra con firmeza y delicadeza al mismo tiempo. Recorre su cintura y roza su pecho. Su aliento golpea como una suave pluma en su nuca. Y ella lo disfruta, lo saborea. Aliento caliente, rendido, cansado, satisfecho de un encuentro. De un delirio, de un segundo, de un momento robado en el tiempo, e interminable, eterno de sus dos mentes para siempre.

Y antes de abrir los ojos sonríe. Sonríe satisfecha por lo que ha pasado hace unas horas. Sonríe en paz, complacida, llena… Ha sido perfecto, precioso, inolvidable, inmejorable… ¡No! Tal vez incluso aun podría ser mejorable… tal vez, si pasa más veces… ¡Pero que dice! ¡Está loca! Ha sido inesperado, delicado, caliente, insensato, loco, colmado, orgulloso, liberado, alertado, deleitoso… ¡A sido inmejorable! Sí, así ha sido. Su sonrisa se hace más grande pensando en aquellos momentos. En su espalda, en sus gemidos, en como la agarraba, como la besaba con ternura y como a la vez la cogía firme, con ganas, con pasión. Como si lo hubiera esperado mucho tiempo, como si tal esa fuera la última vez, como si el tiempo y las mentes se pararan, como si fuera para siempre o de un segundo… Abre los ojos, le brillan. Y de espaldas hacia él, mira su mano. Que la agarra para no dejarla escapar, como había prometido.

A penas se atreve a cambiar de postura para no despertarlo. Dios, finalmente ha pasado. Una sensación extraña se adueña de sus pensamientos, un sexto sentido femenino, una llamada de alerta… “Ha pasado, porque tenía que pasar”, piensa y se siente satisfecha. Gira un poco el cuerpo, con cuidado. Y allí está su cara… su cara de ángel endemoniado. No, ahora es solo ángel… cuando se despierte quien sabe, pero ahora no. Lo observa bien, tan a gusto, tan calmado, tranquilo… sumido en sus sueños… ¿En qué soñara? Mira sus ojos cerrados que parecen dos medialunas perfectas, simétricas y rasgadas. Están calmados… Y su boca… parece incluso verla sonreír. Satisfecha, contenta, ganadora de deseos. Quiere besarla otra vez, sentirla junta a la suya, rozar de nuevo su lengua, apretarla fuerte, morderla, lamerla. Pero no, es mejor que duerma, seguro que está cansada… y después se ríe por haber pensado eso. Ha sido perfecto, tan tierno, tan atento, tan poco egoísta y tan prudente… Pero a la vez tan loco, tan descarado, tan auténtico y fogoso… tanto que ha perdido la cabeza. Sí, la ha perdido por él.

No es la primera vez. Pero sí que es “su primera vez”. La primera vez de los dos. Y aunque el hecho de hacerlo con alguien fuera algo que ya había experimentado, esta vez tenía una sensación completamente distinta. Esta vez había sido diferente, está vez había calado algo dentro de ella, hondo, llano, profundo… No lo iba a poder olvidar nunca. Había sido real, mutuo, los dos habían sido una sola persona. Sus ojos vuelven a brillar, se siente dichosa, emocionada, estúpidamente agradecida de él momento que él le había regalado. Siente que es él, que lo había esperado durante hacía mucho tiempo…

Lo mira de nuevo… lo examina, lo estudia, intenta descubrir más. Y al mirarlo, siente ver a otra persona. Siente un antes y un después. Y visualiza un horizonte sin final, unos ojos sin término, una boca blanda, bien acolchada de sonrisa consumada sin desenlace. Un pequeño lunar debajo de su barbilla, vaya, nunca antes lo había visto, y había estado allí siempre. Es entonces cuando se da cuenta, quiere más. Más información, más datos, más encuentros, más pasión, quiere conocerlo porque ni siquiera lo conoce. Cuantos más secretos, cuantos más lunares guardará su cuerpo, su mente, su vida… Y el miedo… que la inunda de repente. Miedo a perderlo, a no poder volver a sentir sus caricias, a no escuchar su voz, a ser otra chica más… No, eso no. Se ha sentido especial, diferente… por unas horas ha sido una diosa, una princesa, una reina de reinas… poderosa, protagonista, única. Así la ha hecho sentir él… Él, que entonces se mueve y se gira aun más hacia ella abrazándola, abarcándola solo para sí mismo. Y sonríe sin aun abrir los ojos. Esta vez, parece que algo más consciente.

- Hola – Dice finalmente un susurro que sale de sus labios

Rompe el silencio lleno de algarabía pensante dentro de la cabeza de ella. Tantos pensamientos, tantas dudas, tantos recuerdos dulces, veloces, lentos, firmes, desgarrados, halagadores… Todo se va, todo pasa, se olvida. Todo se rompe de repente: ¡Zas! Todo pasa ahora que él habla.

- Hola… - Contesta ella

Y se besan. Despacio, con la calma que no existía hace unas horas, corto pero suficiente. Perfecto así… Y después una sonrisa se dibuja de nuevo en sus rostros. Una sonrisa real, autentica, tal vez una sonrisa de enamorados.

Él la observa. Es real, está allí, delante de esa carita, de esa niña buena y mala, caprichosa y bondadosa, vanidosa y caritativa… espontánea, loca, ardiente, presuntuosa, inexperta y experta, serena, nerviosa, insatisfecha y ahora tanto… Ha pasado de verdad, por un instante pensaba que solo estaba soñando, no podía haber sido tan perfecto. Una realidad imperfecta tan insuperable…

Siente su olor en las sabanas. Está en el cielo… la mira y no deja de hacerlo. Pasaría así horas… No días, meses, años… ¡Toda la vida! Qué bonito, que maravilla… que sensación tan satisfactoria… sexo, amor, sentimientos que corren, se pelean, se chocan y empujan por todo el cuerpo… y sobretodo: felicidad. Felicidad proporcionada por todo eso. Por toda esa mezcla, esa pócima caótica tan bien organizada.

Sí, lo había hecho otras veces pero ya no recordaba lo que era hacer el amor con una mujer. Solo la memoria de polvos rápidos, pasajeros e insensibles en quien sabe que camas y con que otras chicas. Y acaba de experimentarlo. Había estado de nuevo en el cielo, en esa montaña rusa, en ese subir y bajar, ese salto al vacío ese océano interminable de deleite. Todo para él… solo suya. Ella, mandamás, segura, libre, fogosa, apasionada, loca. Ella: cauta, sensata, sumisa… Sí, ella y sus labios. Ella y su lengua, su espalda, sus manos, sus piernas, sus pechos, sus pies, su pelvis de un lado a otro. Ella arriba y abajo. Ella encima, ella abajo. Ella jefa y ella esclava de una noche, de una aurora, de un segundo… Ella tal cual, ella lujuriosa. Ella y su pelo, y sus dedos y su cuello y su arte… Todo eso en una noche, en un instante eterno y efímero. Todo para él, para nadie más.

Su mente está en blanco, no quiere pensar, solo saborear el momento. Momento mágico, placentero de esa mañana fresca y brillante. Quiere aprovechar su cuerpo delicado, esos brazos que lo abrazan y lo hacen sentirse bien, importante, fuerte… esa boca que lo besa, lo saborea, lo muerde y recorre con su lengua. Una, otra, para, sigue, no para, no sigue, más rápido, más despacio, más fuerte… Y su pelo, y el agarrándolo fuerte, perdiéndose en su aroma, en su olor, en sus profundidades nunca descubiertas por nadie más, nunca entendidas por ninguno otro. Y las gotas de lluvia vuelven envidiosas otra vez.

No se ha ido, sigue aquí. Él tampoco se ha marchado. Quiero mirarla, quiero mirarlo. Quiero tocarla, quiero tocarlo, abrazarlo, besarla, acariciarlo, agarrarla, sentirlo, hacerla gemir, saborearla, volverlo loco, caliente, ardiente. Quiero fuerte, rápido, despacio, suave. Y él: orgulloso, y ella: avariciosa. Él, respetuoso, Ella, liberada… Y otra vez, un beso. Otro beso, uno en el cuello, una caricia y otra vez. Una segunda vez a la luz del sol. Única, irrepetible, ida, demente, voluptuosa, jadeante, ardiente, suave, penetrante, prohibida, delicada y agotadora… que se recuperará después con un buen chocolate caliente y dulce en el cochecito destartalado, bajo las gotas de lluvia que anuncian la llegada de la Navidad.

lunes, 6 de junio de 2011

Capítulo 96 - Dos palabras, Ocho letras...


En la casa, imperaba un reposo extraordinario. La brisa se colaba por las ventanas entreabiertas de la cocina que propagaban el aroma a huevos fritos y jamón recién hechos. Lo único que iluminaba aquella habitación era la pequeña luz enclavada en la campana, debajo de la vitro, que desprendía una agradable sensación de ardor.

Fuera, solamente se escuchaba el sonido de la lluvia que caía limpio contra el suelo, los árboles y el alfeizar de la ventana. El rezumar de las gotas formaba una melodía casi perfecta, que junto con el olor a comida caliente convertían ese momento en algo especial, natural… Un placer barato y encantador.

Sus movimientos eran precisos. Con ayuda de la rasera, salpicaba el aceite que caía sobre el huevo tostando los bordes. Separaba con cuidado las lonchas de jamón para que cayeran enteras sin despedazarse dentro de la sartén. Se meneaba con fluidez dentro de la cocina, daba la sensación de que todo lo que hacía lo llevaba a cabo con ganas, con ilusión; como si todo se tratase de una aventura. Alcanzaba la sal y mientras la vertía sobre los alimentos aun crudos, la mano contraria movía alternativamente la sartén en movimientos circulares dando vida a comida, que saltaba de un lado a otro por todo el recipiente. Mientras, limpiaba la encimera y buscaba alguna especia de reojo en el cajón que paraba justo a su la izquierda, encima de su cabeza.

Ella lo observaba atenta. Nunca conseguía percibir en su totalidad su verdadera cara. Hacía un momento bailaba con ella en aquel bar como un adolescente, y anteriormente, casi le partía la cara al cabrón de su “amigo” como si fuera un callejero rebelde y violento. Ahora, cocinaba esos huevos con jamón como si fuera un ayudante de chef – Y seguro que el sabor de la comida lo corroboraba-.

Él, muy curtido y experimentado en diferenciar expresiones femeninas reconoce esa cara: Está maravillada con su actuación. Cauto, gira rápidamente de nuevo su cara fingiendo estar centrado en su receta. Una sonrisa revoltosa se dibuja en su cara. Toma otro huevo y lanzándolo al aire lo coge con su mano que lo aprieta de tal modo en el que la cáscara queda en su mano y el contenido queda vertido perfectamente en la sartén. Vuelve a mirarla como si nada quisiera la cosa. Está increíblemente graciosa con su cara boquiabierta. Él sin poder evitarlo suelta una pequeña carcajada casi inaudible y después agradece el día en el que su padre le enseño a hacer ese “salto del huevo” que en su momento le había parecido tan absurdo y que ahora le había proporcionado ese cachondo momento de gloria. Él con actitud chulesca, pero completamente absenta de malicia, espera a la pregunta que ella le formulará en… tres… dos… uno…

- ¿Cómo…? ¡Cómo has hecho eso! – Dice ella mientras finalmente reacciona

Él astuto, se hace un poco el interesante.

- Es un truco simple…

- ¡Pero qué dices! ¡Yo quiero aprender! ¡Dime él truco! – Insiste la chica curiosa

- Experiencia ratilla, experiencia…

Ella lo mira. Una sensación de admiración se apodera de ella. La luz tenue ilumina solo la mitad de su rostro creando una interesante dualidad: parece un ángel y un demonio al mismo tiempo. Su cara rebelde esconde a una persona sensible. Una persona con mucho que contar, con mucho sufrimiento vivido, con muchos secretos y asuntos ilícitos. Una parte de él, que aun no ha desnudado a nadie; solo a sí mismo y no demasiadas veces, prefiere no recordar su pasado. Y más abajo, su camisa medio desabrochada deja ver parte de su pecho suave, liso y firme, bien pronunciado. Una parte, que sí que ha desnudado muchas veces ya para otras, pero que nunca ha entregado a nadie de verdad.

Cuando sumida en sus pensamientos levanta de nuevo la cabeza, él la está observando también. Al igual que ella, la miraba con admiración y se preguntaba cómo era posible que una mujer como esa estuviera con él a solas en esa casa. Siempre le habían gustado otro tipo de mujeres, chicas más sencillas de “manejar”, chicas que no hacían esperar más de cinco minutos o que no tomaban la iniciativa. Eso resultaba: Fácil. Pero con ella, todo era complicado y sencillo al mismo tiempo. No tenía la sensación de seguridad que le proporcionaban las anteriores, y vivía siempre en la incertidumbre, preguntándose cuál era el ritmo que debía de llevar con una chica como esa. Fue en ese momento, en esa cocina de luz ligera, cuando se dio cuenta de que realmente eso era lo que quería. Lo que le llenaba y le hacía aspirar y mejorar consigo mismo. Realmente esas otras chicas nunca le gustaron. Si hubiera sido así, habría tenido las sensaciones que le proporcionaba esta. Sensaciones que anteriormente no habían existido dentro de él. Eso le llevaba a la conclusión de que ella era especial al resto ya que sin hacer aparentemente nada, había conseguido cautivarlo de ese modo. Una sensación de satisfacción se apoderó de él en ese momento: Sin saber porque era afortunado de haberla encontrado. Así lo sentía al menos. Lleno, feliz…

Los dos se dan cuenta del análisis intensivo que se están haciendo. Apartan rápido la cabeza fingiendo que no ha pasado nada.

- ¿Cenamos ratilla? – Rompe el hielo divertido. Evadiendo su momento sensible como siempre suele hacer

- ¡Claro! Pero mejor cenamos en mi habitación, tiene mejores vistas

Al escuchar en mi habitación, él flojea, perdiendo el equilibrio y derramando uno de los platos. Ella atenta y rápida consigue agarrarlo antes de que se derrame en el suelo.

- ¡Eii! ¡Vaya, que reflejos! ¿Cómo lo has cogido tan rápido?

Y ella sarcástica contesta

- Experiencia chico listo… Experiencia…

Sí, se siente afortunado de haberla encontrado.

Sobre la cama, con una manta vieja y roída han montado un “picnic nocturno”. Son las seis de la madrugada, pronto amanecerá. Los dos bromean y cuentan anécdotas de la noche alumbrados por una vela. Hablan de sus vidas mientras mojan el pan en el huevo, devorándolo muertos del hambre -El alcohol y todo el ajetreo de la noche les ha pasado factura y les ha abierto el apetito-. Ella ríe divertida con la boca llena inclinándose hacia delante. Él no puede evitar dejar contagiarse por su risa. Esos son los momentos donde más le gusta. Cuando se muestra natural y divertida; aventurera y despreocupada de ese aspecto externo tan bien preparado que forma una barrera para ocultar al resto del mundo su verdadero yo. Ella le deja ver a él esa parte tan secreta que esconde, la parte que muchos desconocen, solo para que no le hagan más daño. Pero esa noche, no existen barreras que los oculten, se ven tal cual el uno al otro.



- ¡Ha, ha, ha! ¡No puedo creer que te fueras sin pagar! – Ríe ella mientras aparta los platos vacios de la cama.

Él con otra sonrisa la ayuda a apartar el resto.

- ¡Él se lo busco!

- Increíble… ¡Que morro tienes! – Dice ella recordando la anécdota…

Después despeinada y cansada se deja caer sobre la cama agotada mirando hacia el techo, todavía con una sonrisa. Él la imita, desplomándose sobre la cama, sujetándose la cabeza con su brazo. Mientras ella aun mira hacia arriba, él la observa. Y después de unos segundos pensando:

- Me habré metido en líos… ¡Pero tú me has metido en los más gordos cacho de patillo!

- ¡Anda ya! – Dice ella pasota sin mirarlo al no creer en lo que dice

- ¡Eres toda una criminal! – Dice acercando su frente a la de ella – Si me descuido terminarás superándome…

- Tengo un buen maestro… - Dice sin apartarle la mirada – Y deja de llamarme por nombres de animales…

Se hace el silencio que da paso a la tensión. Y al deseo…

- Mira que eres fea… - Le dice con una sonrisa

Ella lo mira sonriente.

- No lo piensas… - Dice ella pícara

- F-E-A… - Dice el pronunciándolo mejor muy cerca de su boca

Ella respira, y él la besa presionando fuerte y a la vez dulce sus labios. El viento que sopla ligero entra por la ventana y apaga la única vela encendida. Se hace la oscuridad.

Los primeros segundos son silenciosos, pero después, la respiración de ambos es más fuerte. Ella intenta tragar saliva haciendo el más mínimo ruido. Él intenta disimular su nerviosismo. Algo les pasa, están inquietos. Al principio les mueve la duda, una sensación extraña, un mariposeo del color del arcoíris recorre todo su cuerpo. De pronto, la sensación más intensa de su vida, se apodera de ella. De pronto, siente necesidad de soltar aquello que ha tenido ganas de decirle desde hace tanto tiempo y que nunca se había atrevido a confesar. Ni a él y tal vez, ni siquiera a sí misma.

- ¿Lo sientes? – Dice ella muerta de miedo sin poder aguantar

Él, intenta distinguirla en mitad de la penumbra. Sonríe mientras cierra los ojos para contestar.

- Claro que sí…

- ¿En serio?

Hablan en código sabiendo perfectamente a lo que se refieren.

- Sí, de verdad…

- Pues yo… estoy muerta de miedo… - Le susurra a dos centímetros de sus labios

- Sí tienes miedo… HAZLO, enfréntate a ello

- No puedo… - Contesta ella temerosa

- Dímelo si así lo sientes… - Insiste él – Dos palabras, ocho letras…

Ella respira profundo. No se ve capaz, pero es un querer evitarlo y no poder. Algo la empuja, no soporta ocultarlo más, no soporta mirarlo y no poder decírselo. Entonces, se acerca a él, y apretando fuerte los ojos, sin tiempo de llegar a arrepentirse…

- Te quiero

Sale de su boca como una canción dulce que se adueña de toda la habitación y que recorre sus cuerpos. Él cierra los ojos. Y sin pensarlo la aprieta fuerte, muy fuerte contra él. La besa con todo el cariño y dulzura del mundo amalgamada de una pasión feroz, loca. Y él derrama una lágrima que resbala por su cara hasta caer en los labios de ella. Agarra su cara con firmeza y suavidad y la besa. Lentamente, con besos más cortos desciende por su barbilla, hasta posarse en su cuello. Y lo besa, una y otra vez perdiendo el control, olvidando todo: la noción del tiempo, su ser, su mundo... Solo están ellos dos ahora. Ella se deja llevar, lo agarra del cuello, agarra su pelo, respira fuerte, hondo. Las respiraciones de ambos se entrecortan, sus movimientos se alternan, se compaginan a la perfección como si fueran uno solo. Él le quita la blusa, y después él se quita la camisa dejando al descubierto su pecho. Ella lo toca, lo besa. Su grande espalda se funde en el ligero cuerpo de ella. Ella desabrocha sus pantalones, él hace lo mismo. Y desnudos uno junto al otro por primera vez, lo saben, es el momento.

- Quiero besarte lento… y desgastarte los labios… - Dice él con voz entrecortada y viva – que hundas las yemas de tus dedos en cada pliegue de mi cuerpo y me inundes con tu olor… -Ella lo besa fuerte – Quiero que me susurres que tenías tantas ganas de esto como yo y que me dejes sin aliento en cada beso. Que nuestra pasión, empañe todos los cristales de esta habitación, o del coche, o del bar… ¡Diablos qué más da! No me importa donde, ni cómo ni tampoco cuando, si tus besos son el cometido final… Agárrame fuerte por unas horas… yo no pienso dejare escapar… TE QUIERO.



Este capítulo existe gracias a mí fuente de inspiración. Por eso se lo dedico con todo mi amor y cariño... esto existe gracias a tí, TU ERES MI PROTAGONISTA. Tu ya me entiendes.

Gracias también ángela, por hacer que el final de capítulo sea tan genial,  =)
http://elefectolupaa.blogspot.com/2011/06/hay-quien-no-se-entera-o-se-entera.html )